Las crónicas del Gran Kovalski en Suiza (VI).
Solothurn es una pequeña ciudad a 45 minutos en tren de cercanías de Berna. Llegué el día 2 de junio que es festivo en Suiza con lo que me encontré llegando a una ciudad poéticamente fantasmal. Recorrí su centro histórico, que es precioso -y recuerda mucho al de Berna-, y por fin a su museo de arte, bien conocido por poseer uno de los más emblemáticos cuadros de Hans Holbein -y el principal motivo de mi visita a a esta ciudad- y llamado precisamente Madonna von Solothurn (1522).
Aunque llevo mi swiss pass para acceder a todos los museos de Suiza -menuda farsa, en Basilea no admiten la swiss pass, en Ginebra los museos son gratuitos excepto el Rath- tampoco en esta ocasión me hizo falta porque no se cobra entrada sino que hay un buzón como en los museos londinenses para dar un donativo. Teniendo en cuenta que yo era el único visitante del museo la verdad es que cantaba mucho que no diera algo pero demonios, yo ya había pagado al estado suizo 266 francos por la swiss pass. El vigilante me estuvo acompañando -con gran discreción- durante las casi dos horas que estuve visitando el museo. Supongo que tiene que ser un fastidio ver cómo el único visitante lleva un cuadernillo de notas y se para en todos los cuadros -sentí su mirada de odio en mi nuca en más de una ocasión-. Bueno, dejémonos de anécdotas absurdas -intentaré elaborar una entrada con poco texto y muchos cuadros, que al fin y al cabo, es lo que interesa- y pasemos a las obras que más me gustaron.
1. Meister des Paradiesgärtleins: Madonna in den Erdbeeren (1425).
La Virgen de las fresas, una composición increíblemente encantadora y pintada con un virtuosismo excepcional. La rosa blanca que porta la virgen es símbolo de la muerte y el ángel en un bosquecillo de rosas (y repleto de fresas) es el símbolo del paraíso. Abajo a la derecha hay un tipo que parece ser el donante (en un tamaño reducido, propio del arte gótico).
Es un hermoso cuadro de Holbein que se encuentra en un estado de conservación preocupante. El intenso craquelado amenaza la estabilidad de la obra y supongo que alguien se está planteando su posible restauración -con el peligro que eso conlleva-. El rostro de la virgen me recuerda al de su mujer en el retrato familiar del Kuntsmuseum Basel.
3. Ribera. Magdalena penitente y Hombre con barba de 1634. Me agrada encontrarme con dos "españoletos" estando tan lejos de casa.
4. Johann Kaspar Füssli: Quodlibet. Kalendar und briefe an einer wand (1761).
Una extraordinaria naturaleza muerta de Füssli a modo de trampantojo y colocado en un lugar muy curioso de la sala, facilitando su efecto teatral.
5. Frank Buchser: Mercado en Tánger (1880).
Pintor suizo (1828-1890) con obra en los museos de Basilea y Zúrich. Entre tanta multitud me llaman la atención dos figuras principalmente. La joven de la izquierda abajo portando una cesta al hombro y con pañuelo en la cabeza, y la chica del centro junto al caballo, con pañuelo rojo, de una belleza increíble. Hay otros cuadros de Buchser con motivos marroquíes como Arabische Vekanfenin, también de 1880.
Un Matisse siempre es bien recibido y en este caso me llama la atención que el centro del mismo sea una taza de café -si bien la tal Lorette ha adoptado una posición de lo más incómoda para la sobremesa-, un motivo tan poco frecuentado por los artistas, bueno, recuerdo que el taller de los Hnos. G (a la sazón Kovalski y Pirlosky) se trabajó mucho una moledora de café, pero nunca una taza de café humeante, demonios.
7. Klimt. Goldfische (1902).
Excepcional obra de Gustav Klimt, este pez dorado es, sin duda, uno de los reclamos de este museo junto al Holbein.
8. Rouault. Christus de 1930 y Joven con turbante de 1926. La obra de Rouault siempre es impactante, su uso de la paleta y de la extensión de la materia son formidables. Con sólo verlos te dan ganas de irte a pintar a tu casa.
Otros:
Michael Biberstein. Large 4 Step Attractor (1911). Nacido en Solothurn en 1948, en 1964 se las pira a EEUU donde completa su formación.
Martin Disler. Sin título (1987).
Gubler |
Daniel Spoerri. Vue cubiste de ma chambre n13 de l´Hotel Carassonne 24 Rue Mouffetard (1961). Spoerri es un artista que me interesó desde el principio -que compartiera mi nombre de pila era una casualidad que me agradó pues hay pocos artistas así llamados-. Aunque nacido en Rumania en 1930 es escritor y pintor -bueno, lo que sea- suizo asociado al movimiento fluxus -el propio nombre indica de qué va la cosa, dejar fluir, es decir, todo vale, en Joseph Beuys tenemos a un modélico artista del movimiento-. Spoerri utiliza objetos como platos de comida sucios, desechos, cachibaches en general,..., a modo de bodegones naturales -naturalezas muertas en su más estricto sentido-. En esta obra del Solothurn vemos un montaje sobre fotos de Vera Metz, que concuerda tímidamente con la estética cubista y al que adiciona arpilleras azules.
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