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viernes, junio 10, 2011

Tras la estela del Cristo de Holbein.

Böcklin

(Hodler, Böcklin, Bock, Stebler-Hopf)
No es mi intención (al menos en primera instancia) realizar un relato cronológico de mis aventuras suizas -me volvería loco, aún más loco, quiero decir-, pero la secuencia lógica de los artículos que tengo programados apuntan a que esta segunda entrada comience justo donde abandoné la anterior, es decir, a la salida de la magnífica exposición de Witz en el Kuntsmuseum de Basel. Allí me esperaban las salas dedicadas a Hans Holbein el joven, y por supuesto, el Cristo muerto de Holbein.
Estamos en las salas 11 y 12 de la primera planta (la exposición de Konrad Witz ocupan de la 1 a la 10 de ese mismo piso). Veo un retrato de Erasmo de Roterdam (Holbein pintó hasta tres de ellos bastante famosos, uno en el Louvre, otro en Berlín) perfil sobre fondo verde, de 1523. Yo no lo aprecio a primera vista pero luego en el Wolf veo que es sobre papel llevado a madera. Los sobresalientes retratos del burgomaestre Jakob Meyer zum Hansen y su esposa Dorothea Kannegiesser (de 1516 -sobre fondo azul turquesa-), quienes ya aparecerán en la célebre Virgen de Darmstadt (en Dresde) como destinatarios. Pero sobre todo es el increíble e impresionante retrato de su familia el que llama mi atención. Sobre fondo negro la escena es patética, y recuerda incluso -como apunta Wolf- a La Virgen con el Niño y Santa Ana de Leonardo en el Louvre -el cual habría visto Holbein en su estancia en Francia-. Dice Wolf: "Es éste uno de los pocos retratos familiares burgueses clásicos  de la Historia del Arte, íntimo en su mensaje psicológico, representativo, como extraído del tema sacro de la Sagrada Familia, o del a Virgen con el Niño y Santa Ana, por su forma y estructura." En mi bloc de notas apunto frente a este cuadro "1529. Tristeza". No me gusta mucho su versión de Adán -bigotudo- y Eva -dentuda- y paso casi de puntillas por delante del retrato de Bonifatius Amerbach -ignorante de que es pieza capital en la historia del retrato-. Quizás me puede la emoción porque sé que a la vuelta de la esquina está el Cristo, esperando.
El título es El cuerpo de Cristo en su tumba. Data de 1521/22, es un óleo sobre madera, de 30,6 x 200 cm. Como apunta Wolf aunque Holbein terminó el cuadro en 1521, luego, en 1522 lo modificó para dejarlo en el estado actual. Aparte de lo ya reseñado en un artículo anterior en este mismo blog poco más tengo que decir. Tan sólo admirar el cuadro. Hice, sin embargo, algunas anotaciones acerca del giro extraño -pictóricamente me refiero- del rostro, que no está ni de perfil ni en 3/4, del falso apoyo de la nuca, de la tensión lumbar -imposible-, de la factura matérica de las heridas tanto en pies como en manos -en un bajo relieve que confiere mayor realismo-, del ombligo sobresaltado, de la fecha que figura en la parte baja del ataúd -en una perspectiva fallida, intencionadamente- y que recuerda a alguna del propio Witz y que también se aprecia en algún retrato posterior de Holbein como en el magistral de Georg Gisze -fecha en números romanos MDXXI HH-, de los dedos de la mano derecha -profusamente atrofiados por la inflamación articular-. Como última anotación escribí que la impresión del cuadro a cinco metros de distancia era  espeluznante y daba una sensación de claustrofobia agobiante -tranquilo, es un sólo un cuadro, pensé-.
Pero mi idea para este artículo no era tanto redundar en este cuadro de Holbein como la de conformar una especie de estela creativa -inspiradora o en plan homenaje- que pude observar a lo largo de los días y en distintos museos con obras posteriores a este Cristo. Para ello señalaré algunos títulos y artistas que me recordaron por su representación a tan descomunal obra holbeniana.
Hodler
1.  Mujer muerta, de Ferdinand Hodler (Gurzelen, 1853, Ginebra, 1918). Pintado en 1915, se trata de la amante de Hodler desde 1908, madame Valentine Darel. El sentido es invertido con respecto al Holbein, la cabeza a la derecha, las manos las tiene juntas y sobre su regazo y no a ambos lados de la cadera como el de Holbein. El dibujo es más fino, es en líneas generales menos pictórico, casi una ilustración, con la materia diluida, los colores mortecinos, me recuerda a Tolouse Lautrec, Degas. La idea, procedente de un pintor suizo, me retrotrae inevitablemente al Holbein, a pesar de que la ejecución -por obvias razones estilísticas e históricas- difiere totalmente de la del alemán, el concepto y el motivo se imponen a cualquier otra consideración.
2. La pena (o el llanto) de la Magdalena sobre el Cristo muerto, de 1867, de Arnold Böcklin (Basilea, 1827, Fiesole, 1901). Kuntsmuseum de Basel (foto del inicio de la entrada).
Tampoco puedo inhibirme del Holbein al ver este maravilloso Böcklin (el corredor dedicado a este suizo, conocido sobre todo por La isla de los muertos, una de las versiones en este mismo museo y La guerra, en Zürich, es, decía, de lo mejor del museo). El Cristo tiene los ojos cerrados (semiabiertos y vueltos del revés en el Hobein), con la cabeza girada a la derecha, hacia el espectador -en inclinación imperfecta y turbadora en el Holbein-, el velo negro de la Magdalena cubre las partes pudendas del Cristo, y sobre todo, ante la compulsión dolorosa de Magdalena vemos el semblante tranquilo y resignado del cadáver de Cristo, en contraposición a la expresión de horror y dolor del Holbein. Es una experiencia extraordinaria encontrarse con este cuadro a pocos metros del Holbein.
3. Cristo muerto, del taller de Hans Bock (1580-1590). En el Kuntsmuseum de Solothurn, adonde acudí para ver la Virgen de Solothurn del propio Holbein.
Se trata de una copia del Holbein, pero ningún letrero lo especifica, extraño detalle. Es una copia muy conseguida aunque algunos matices como el de la formación de las heridas o el rostro desencajado del Holbein establece unas diferencias definitivas para que no exista confusión posible. El marco no asemeja sarcófago -sencillo, madera negra para el Bock- como sí en el impresionante de Basel. Al hilo diré que este museo es pequeño pero encierra algunos tesoros como Los peces dorados de Klimt, de 1902, un maravilloso Quodlibet. Kalendar und Briefe an einer Wand, de Fussli, un Cristo de Rouault de 1930 y la ya mencionada Madonna de Holbein y la Madonna de las fresas, anónimo del siglo XV.
Stebler-Hopf
4. Una autopsia (el profesor Poirier, París), de Annie Stebler-Hopf (1861-1918), de 1889. En el Kuntsmuseum de Berna.
Pensamos en la lección de anatomía del doctor Tulp de Rembrandt y en Holbein -por los rasgos del cadáver y por el apoyo en la nuca, quizás detalles poco significativos como para establecer un parentesco, pero mi estudio -errático, inapropiado, pero intenso- iba encaminado a contemplar todas las posibilidades más o menos razonables-.
5. Piedad, de Arnold Böcklin, de 1877. También del Kuntsmuseum de Berna. No encontré reproducción.

De alguna forma mi itinerario por los distintos museos suizos iba perseguido por la sombra del Cristo de Holbein, entonces pude comprobar una vez más cómo el arte recurre al pasado en sus formas creativas sin pudor y con genialidad, haciendo más grande la propia obra así como la referida. Tampoco fui inmune al pensamiento de que el arte antiguo prefiguraba el moderno, pero, precisamente por ello, y según ya lo advertía de alguna forma Borges en sus Otras Inquisiciones refiriéndose a Hawthorne y Kafka, es decir, algo así como que los que vienen darán significado a los antiguos -en su modernidad-.

jueves, abril 21, 2011

El Cristo muerto de Holbein (y Dostoievski y Wiesenthal).






Me llamó la atención cierto pasaje de Libro de Réquiems de Mauricio Wiesenthal. En él, Wiesenthal busca una Biblia que le fuera regalada a Dostoievski por Natalia Fonvizine en el camino de Siberia: "le había acompañado a todas partes, en los mismos lugares donde lo he ido buscando durante años: en los caminos de Siberia, en los casinos de Baden Baden, en las calles altas de Ginebra, delante de la Madonna Sixtina de Dresden, frente al Cristo de Holbein en Basilea, en las orillas del canal Griboiedov, y junto al puente Kukuchkin por donde paseaba Raskolnikov para ir a la casa de la usurera."
Yo conocía más o menos la obra de Holbein, sin embargo este cuadro me resultó un extraño. Quise entonces investigar un poco acerca de él.
El Cristo de Holbein.
Hans Holbein, el joven, nació en Augsburgo en 1497 ó 1498 y murió en Londres en 1543. Su pintura más conocida es sin duda el Retrato de los dos embajadores, Jean de Dinteville y Georges de Selve, de 1533, en la National Gallery de Londres, con su famosa y anamorfósica calavera central. Sin embargo la importancia de Holbein va algo más allá del simple hecho -quizás no tan simple- de haber realizado una auténtica obra maestra del retrato. Según Manfred Wundram, Holbein, junto a Hans Baldung Grien (1484-1545) y quizás también Altdorfer (1480-1538), lideró un grupo de pintores más jóvenes de la época de Durero en el que se aprecia "una tendencia al frío distanciamiento (del clasicismo propio del Alto Renacimiento), en un escepticismo que se manifiesta particularmente en el retrato."
Los orígenes pictóricos de Holbein lo encontramos en la ciudad suiza de Basilea donde entra en el taller de Hans Herbster allá por 1515. En 1517 recibe sus primeros encargos en Lucerna. Después de un supuesto viaje por Lombardía (apuntado por los historiadores del arte y basado en la evolución de su obra más que en documentos existentes que lo certifiquen), Holbein es aceptado como maestro en el gremio de pintores de Basilea. Entre 1515 y 1528 realiza una serie de encargos imporatntes para la iglesia como son: la Madonna de Solothurn, Solothurn, Städtisches Museum, 1522; y Cristo muerto, Basilea, Kuntsmuseum, 1521.Es en 1526 cuando marcha a Inglaterra con una recomendación de Erasmo de Rotterdam (retratado por el propio Holbein en 1523, National Gallery). Aunque seguirá recibiendo encargos del ayuntamiento de Basilea a partir de 1532 ya pasará la mayor parte del tiempo en Londres.
El último encargo religioso de Holbein en Basilea fue la Madona del burgomaestre Meyer o Madona de Darmstadt (foto), y lo realizó entre 1528 y 1529. De esta pintura Wundram llama la atención sobre la disposición comprimida de las figuras (de modelo estatuario, quizás influido por la visión de la obra del francés Michel Colombe), y sobre el carácter leonardesco del rostro de la Virgen así como del hermano mayor del donante. Gombrich dice de este cuadro: "La manera en que están situados los donantes, en grupos, a ambos lados de la Virgen, cuya majestuosa y serena figura se halla enmarcada por un nicho de formas clásicas, nos hace pensar en las más armoniosas composiciones del Renacimiento italiano, de Giovanni Bellini y de Rafael (...) la atención esmerada puesta en cada detalle por otro lado, así como cierta indiferencia hacia la belleza convencional, nos muestra que Holbein se formó en el norte, y se halló en las mejores condiciones de convertirse en el maestro más sobresaliente de los países de habla germana, cuando la convulsión que supuso la Reforma puso fin a tales expectativas. "
También menciona Gombrich en su Historia del Arte a Erasmo: "En 1526 abandonó Suiza para trasladarse a Inglaterra con una carta de recomendación del gran erudito Erasmo de Rotterdam"
Pero sigamos con el Cristo muerto de Basilea. Wudram ve en él, "y con razón, una combinación de la expresividad violenta de Grünewald con una objetiva capacidad de observación única en la pintura de la época, que hicieron de Holbein un consumado retratista." Actualmente el celebrado Retablo de Isenheim de Grünewald se encuentra a menos de una hora en tren de Basilea, en la ciudad francesa de Colmar.
Cuenta Wiesenthal en Libro de réquiems cómo Dostoievski estaba fascinado por esta pintura de Holbein: "En una biblioteca de San Petersburgo encontré un retrato de mi amigo muerto. No era trágico, como el terrible Cristo yacente que pinto Holbein y que a él tanto le impresionaba. Se había quedado inmóvil por el trance, cuando vio en el Museo de Basilea aquel rostro desencajado. Prefiero a Dostoievski muerto, porque el Cristo de Holbein parece un pobre epiléptico en el paroxismo de su sufrimiento." No sé si fue muy afortunada esta comparación, más teniendo en cuenta que el propio Dostoievski padecía de epilepsia (a buen seguro que de ahí nace la comparativa de Wiesenthal). Puede que esta idea la tomara Wiesenthal del Diario de la mujer de Dostoievski, Anna Grigorievna:   "Camino de Ginebra, nos detuvimos un día en Basilea para visitar el museo donde se halla un cuadro del que habían hablado a mi marido. Es un lienzo de Holbein, en el que se ve a Cristo, que acaba de soportar un martirio sobrehumano, descendido de la cruz y descomponiéndose... Demasiado débil para mirarlo más tiempo, me fui a otra sala... Cuando volví, mi marido estaba aún allí, en el mismo sitio, encadenado. Su rostro emocionado tenía esa expresión de pánico que ya le había notado muy a menudo al comienzo de sus ataques epilépticos"
El término "yacente" empleado por Wiesenthal puede conducir a error, ya que el increíble Cristo en escorzo frontal de Mantegna de la Pinacoteca de Brera de Milán se denomina popularmente de tal forma (su título es en realidad Lamentación sobre Cristo muerto, 1480-1490). En realidad quizás estemos ante la réplica nórdica del Cristo de Mantegna.
Leí cómo este Cristo de Holbein aparece en El idiota de Dostoievski (el príncipe Mishkin se traslada a Suiza para ser tratado de su epilepsia al comienzo de la novela donde pasa una época). Obviamente no recuerdo ese pasaje, hace años que leí El idiota. Uno de los personajes, Rogochin, comenta después de ver este cuadro: "frente a este cuadro uno no tiene otro camino que perder la fe", el propio Dostoievski enunciaría al hilo: "entre Cristo y la verdad, yo elegiría a Cristo", según cuenta Wiesenthal. 
Wiesenthal hace una reflexión sobre el carácter creativo de Dostoievski que pudiera quedar emparentado con la escalofriante imagen que supone el Cristo de Holbein: "Para comprender a Dostoievski hay que aceptar que los hombres que han pasado su infancia en un infierno y su juventud en un presidio llevan en los ojos un reflejo sombrío, como ciertos ángeles misteriosos que tienen el encargo de abrir las tumbas para resucitar a los muertos. Hasta sus manuscritos son desordenados, tormentosos, emborronados por dibujos y cicatrices de tinta, como si las palabras se le apareciesen en una sesión de espiritismo, como si las ideas le surgiesen en las cabezadas barreras del ultramundo". Yo mejor diría del subsuelo.

Aquí encontré un excelente estudio sobre esta impresionante pintura:
http://www.homines.com/arte/hans_holbein_el_joven/index.htm