Óscar Domínguez:
Fuego de estrellas.
Hasta el 7 de febrero podemos ver en Málaga, en la Sala de Exposiciones de la Fundación Pablo Ruíz Picasso de la Plaza de la Merced, esta exposición dedicada al pintor surrealista canario del siglo XX Óscar Domínguez.
Domínguez nació en San Cristóbal de la Laguna, Tenerife, en 1906, y murió en París en 1957. Según el folleto de la exposición "fue un astro que barrió con luz cegadora y cálida, mezclada con lava volcánica, cargada de fuerza telúrica, de su tierra natal el paisaje del Surrealismo europeo." Su primer cuadro data de 1926 y es un Autorretrato con pipa. Al año siguiente se marcha a París, donde contacta con la vanguardia pictórica, a la vuelta realiza una exposición con la que obtiene malas críticas. En 1929 vuelve a París adentrándose en el grupo surrealista de Breton. En Tenerife la Facción Surrealista lo proclama su héroe. Fue el inventor de una nueva técnica que se denominó decalcomanía. Poco a poco se irá desligando de los surrealistas y aproximándose más a su amigo Picasso. En 1948 toma la nacionalidad francesa. A partir de 1953 comienza a tener problemas psicóticos. Esto unido a una acromegalia deformante le conducirán al suicidio en 1957.
Los cuadros proceden en su mayoría del TEA (Tenerife Espacio de las Artes) y alguno del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Comenzamos el recorrido con Apocalipsis, de 1956 (óleo y decalcomanía), también Pájaro abstracto, de 1957. Dos obras Sin título, de 1950, que podríamos denominar como "geometrías metafísicas", y un gran cuadro, Ceres (foto), con técnica al guache sobre cartón. En esta primera sala podemos admirar el bonito bodegón Le Chambre noir, de 1943, un cuadro que podría encuadrarse en el estilo de cubismo surrealista, con vivos colores. La bola roja nos transmite evidentes ecos dalinianos y es de 1933, así como Le dimanche, de 1935, que nos recuerda tanto a Dalí como a Arcimboldo, y es que Dalí ya había pintado en 1931 el célebre La persistencia de la memoria. Por el pasillo vemos un Sin título, de 1940, en el que se observan unos monstruos marinos fantásticos. También por aquí vemos Los platillos volantes, de 1939, que son eso, platillos volantes que giran, y Los caracoles de 1940, unas figuras que recogen muy bien el espíritu onírico de la obra de Domínguez gracias a su anatomía en forma de espiral.
Hay dos esculturas con materiales diversos como cobre, madera, cinc e hierro, tituladas 1955 y Ouverture ou Paris (reloj incluido, ¿referencia a Dalí?). De 1942 es Mujer sobre diván y ante él nos vienen a la mente los siguientes autores: Picasso, Delvaux, Matisse. La vidente, de 1944, es un óleo que recuerda a la infanta Margarita de Las Meninas en versión Picasso, si bien esta serie del malagueño es de 1957 (precisamente el año de la muerte de Domínguez, su gran amigo, ¿homenaje, inspiración?). El estudio de 1950 nos recuerda a Miró y a Picabia, y es uno de los mejores y más personales cuadros de la exposición.
En las paredes del recorrido podemos leer algunos comentarios referentes a su obra así como la contestación del autor a tres preguntas comprometidas:
1. acerca de su arte: "me acerco al problema plástico, al lado inventivo que la naturaleza bre ante la luz, la forma y el color";
2. sobre su relación con los surrealistas franceses: "ruptura completa con Breton y el grupo surrealista que prácticamente murió al princicipio de esta guerra de 1934";
3. preguntado por su amistad con Picasso: "cien por cien con Picasso que es el genio de la edad atómica y un entrañable amigo".
Caballo de Troya, de 1947, combina el trazo grueso con las superficies muy bien segmentadas y coloreadas planamente. Estamos en la última sala y también vemos el pequeño pero interesante El arquero, de 1948, así como Composición con mujer, de 1949, Frutero come frutas, donde apreciamos un mayor trabajo en la superficie y la materia, y Homenaje a Manolete de 1949, que anuncia el estilo de los cuadros toreros de Barjola. Aquí también hay un cuadro temprano de 1927, Retrato de Selina Calzadilla, de quien es una inmensa foto con el perfil de Domínguez ante un acantilado en la costa tinerfeña, y El rapto de Europa de 1952.
Aparte de la obra pictórica hay algunos dibujos y también ejemplares de libros de poesía ilustrados por Domínguez.
Ya que me marchaba una amable azafata de la exposición me indica que en la Casa Natal se pueden ver las decalcomanías, y para allá voy, a pocos metros de la Sala de Exposiciones. Marcel Jean dijo en 1990 en referencia a las decalcomanías de Domínguez: "Castillo, musgo y flores, escollos, cascadas, todo eran imágenes en las imágenes que Oscar Domínguez reveló a los surrealistas una tarde en el café de la Place Blanche". Estas decalcomanías serían definidas por Domínguez como "gouache líquido aplastado entre dos hojas de papel liso", y con esta técnica obtenía unas apariencias muy curiosas que daban impresión de relieves extraños y deformidades afines a la naturaleza, y que sin duda emplearía Max Ernst en algún cuadro suyo.
Entre estas decalcomanías se reúnen en la muestra León verde, León negro, León blanquinegro, de 1936, y El puente de 1937, y Nicolás, también de 1937. En esta sala hay un magnífico cuadro, Los sifones (foto), de 1938, un óleo que sirve de portada al cartel de la Exposición.
Por último se pueden ver unos minutos de un documental rodado por Alain Resnais en 1937 (director de El año apasado en Marienbad) en el que vemos a Domínguez pintando, y titulado Visité a Óscar Domínguez.
Una interesante exposición que permite acercarnos un poco más a la obra de este artista algo desconocido para el gran público. No obstante se echa de menos mayor presencia de obra mayor, y también algo más de información sobre su recorrido artístico y personal.
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