lunes, noviembre 06, 2006

Las figuras de Giacometti.


Alberto Giacometti nació en 1910 en Borgonovo (Suiza), y fue enterrado en el pequeño cementerio de su ciudad natal en 1966.
Giacometti fue un tipo que despertó numerosos enigmas, es más, convivió con ellos hasta tal punto que él mismo se convirtió en un enigma.
Hay una anécdota de su infancia que a mi me emociona especialmente: el pequeño Alberto estaba en el taller de su padre, Giovanni Giacometti, que era pintor, dibujando frutas sobre un papel. Alberto dibujó una pera minúscula en un papel enorme. El padre le increpó: "¡Hazla como la ves!", "Eso he hecho, padre", le contestó alberto.
En 1937 pintaría "Manzana sobre el aparador". Allí se encuentra una manzana totalmente aislada del mundo, casi flotante, como desafiando a las leyes de la física. En un principio Giacometti había pintado tres manzanas, luego dejó sólo dos, y por último decidió que sólo figurara una manzana. Supongo que estuvo a punto de borrar ésta también, pero quizás le pareció demasiado excéntrico, es decir, manzana sobre el aparador pero sin manzana. Lo cierto es que la desproporción entre el objeto último del cuadro: la manzana, y el resto del espacio circulante es tal que sólo se puede entender la presencia de la manzana como una aparición, como un desafío entre el ser y el no ser, algo que sin duda va más allá de un simple trazo en un lienzo, algo que reduce la expresión artística a la única e irredimible circunstancia de la angustia del hombre. Es decir, ya desde pequeño Giacometti frecuentaba la dicotomía existencia-nada.
Todos conocemos su esculturas, esas figuras andantes espigadas y formadas a base de pegotes informes. Quedé impresionado cuando vi una foto de Cartier Bresson en la que Giacometti movía sus figuras en la galería de arte Maeght de París preparando una exposición. De repente pensé, dios mío, él es una de ellas, es decir, Alberto Giacometti se confundía con su propia obra, lo vi claro, Giacometti era una de sus figuras tortuosas, jamás había visto una correspondencia tan admirable entre el autor y su obra. También pensé que aquellas figuras estaban tan solitarias en el mundo como la manzana sobre el aparador. Era como si la preocupación existencial del arte de Giacometti se viera reflejada en su propia credibilidad como individuo, como si en su espíritu albergara indistintamente la nada y el ser.
En sus retratos observamos una terrible fascinación por el enmarcado, de forma que el rostro retratado se muestra como una recopilación de centenares de líneas nunca concretadas y que determinan inequívocamente la realidad del personaje, es como si el retratado no pudiera escapar de entre las líneas dibujadas por Giacometti, como si de una cárcel de realidad se tratara, reflejando la concentración espiritual del que trabaja, intentado reconstruir a través de los aspectos visibles lo invisible de la presencia. Giacometti estaba obsesionado por el rostro humano. Cuando iba en el metro se quedaba mirando atentamente un rostro, pero no como yo cuando en la línea de metro de París a la torre Eiffel, que me quedé obnubilado mirando a la china más guapa que había visto en mi vida, la mirada de Giacometti iba más allá de la belleza o la fealdad del individuo, sino que más bien, Giacometti observaba el rostro humano "como algo infinitamente lejano y desierto, fuera del tiempo, fuera incluso de cualquier espacio", como dijo Yves Bonnefoy.
Sin embargo, lo que más me fascina y preocupa de Giacometti es su extraña y ascética forma de vida, su taller absolutamente destartalado, con las paredes desconchadas, el suelo lleno de yeso procedente de sus obras, los botes de disolvente vacíos, los tubos de pintura arrugados por todos lados, en definitiva un taller que al ver las fotos provoca una sensación de frío y aislamiento sobrecogedora, su aspecto desaliñado, aunque siempre con chaqueta y corbata incluso trabajando, y su total despreocupación por lo cotidianamente humano, como si no existiera nada más para él que su propia obra, como si su lucha contra (o a favor de) lo inmaterial del arte no tuviera fin.

2 comentarios:

pirlosky dijo...

oiga vanhelsing, es muy interesante el comentario que hace sobre el equilibrio que mantuvo en toda su obra giacometti entre la existencia y la nada.
en esta tensión es donde yo creo que se basa gran parte de la pintura del siglo xx-sobre todo en el expresionismo abstracto y los informalismos. al menos la parte de pintura que a mí me gusta.
Por eso me llama la atención que desprecie a un autor como sartre, aún reconociendo que era bastante más feo que jl. le recomiendo que lea "el ser y la nada", del autor antedicho.
quiero también hacer un reconocimiento del magnífico artista que fue cartier bresson, ya que con una sola imagen consigue explicar a giacometti.
por otro lado, el tema del taller del artista también es un clásico. aparece en la obra de picasso, p.e.; las fotos de nicolás de stael en su taller también son muy parecidas a las que cita de giacometti. hay muchos ejemplos, y los propios artistas creo que se encuentran a gusto cuando son fotografiados en su taller.

k dijo...

oiga pirlosky, agradezco que haya abandonado su habitual espíritu ácido para comentar mi blog (aunque espero que este nuevo estado no se prolongue demasiado en el tiempo jeje).
en realidad no desprecio a sartre, me interesa su concepto de lo absurdo de la existencia, pero es que los filósofos en general me dan mala espina, ya sabe usted, me los imagino ahí todo el día, pensando, pensando, a ver qué se me ocurre, otia!, el existencialismo!, y a vivir de las rentas jeje.
he estado viendo fotos del taller de stael que usted comenta, en realidad no lo veo tan opresivo como el cuchitril de giacometti y no sé si tiene algo que ver con las condiciones de trabajo pero creo que en general la pintura de stael es mucho más vitalista y luminosa que la obra de giaco -paradójicamente todos conocemos el trágico fin de nicolás-.
el taller como motivo en la obra de picasso que usted menciona es algo que no termino de ubicar, no sé si se refiere usted a su serie del pintor y la modelo, espero que me lo aclare.
y es cierto que los pintores parecen bastante contentos cuando se les fotografía en sus talleres pero en muchas ocasiones me resultan tremendamente deprimentes esas imágenes así que prefiero ver fotos de Bar Refaeli tomando el sol en bikini en una playa de Bahía jeje.