Dos del Neoclasicismo alemán:
Stieler y Amerling:
La belleza y la ridiculez.
Josef Karl Stieler (1781-1858) nació en Mainz y aprendió en el taller de Francois Gerard, un alumno de Jaques-Louis David. Se instaló en Francfurt y realizó retratos de Beethoven y Goethe. Se le puede encuadrar en la sección más clásica del movimiento Neoclásico-romántico y su obra más conocida es la "galería de las bellezas", un conjunto de 36 retratos que realizó por encargo del rey Luis I de Baviera para decorar el castillo de Nymphenburg en Múnich, aunque algunos se han perdido. Antes de dar orden a Stieler para pintar a cada joven el rey debía aprobar la belleza de la misma. Todas las jóvenes que propuso Stieler, a las cuales había conocido en fiestas, fueron rechazadas por el rey -menudo ojo tenía el tío. El resultado es un poco dispar ya que en la colección encontramos retratos de mujeres con una belleza celestial (Helene Sedlmayr, Nanette Kaula, Amalie von Schintling ó Caroline von Holstein) y otras de una belleza más normalita por no decir feillas (Regina Daxenberger, Auguste Strobl,...). Rauch comenta: "Entre ellas estaba Nanette Kaula, hija del presidente de la comunidad judía, que se casó a los 17 años con el sobrino de Heinrich Heine, y también la malograda Amalie von Schintling. En esta obra Stieler no solo dio muestras de capacidad superior, sino que además compuso un documento del ideal de belleza vigente en la época". Pictóricamente se aprecia el gusto por lo rafaelesco y también por Leonardo, con uso de sfumato, colores suaves y fondos idealizados con algunos motivos clásicos incluso. Pintaban bien esta gente del neoclasicismo, y algunos tenían bastante "mala idea". Friedrich von Amerling (1803-1887) nació en Viena y "estudió con Thomas Lawrence en Londres, donde conoció la pintura de Reynolds. Fue el retratista preferido de la corte y desde 1830 fue, junto a Moritz Michael Daffinger, Franz Eybl, Rudolf von Alt y Peter Fendi", sí, tú pon más nombres raros que así vamos bien, señor Rauch, "uno de los pintores de mayor aceptación. Su fama se basaba en el retrato de cuerpo entero el emperador Francisco II que pintó en 1832". Retrato por el cual ha sido convocado a esta página de El gran Kovalski, para hacer contrapeso a la enorme belleza de los Stieler. Y no es que sea feo este retrato real, ni mucho menos, en realidad tiene una calidad técnica excepcional, y digamos, un sarcasmo bestial, al nivel de los retratos monacales de Goya. La descripción que hace Rauch es muy acertada: "Una corona gigantesca descansa pausadamente sobre un rostro pequeño y pálido. Más que coronarla, la corona oprime la cabeza de aquel hombre delgado". Aquel hombre delgado ¡es el rey!. No interrumpas, Kovalski, siga usted señor Rauch: "La figura sedente no llena el espacio; está envuelta en armiño muy bordado que pesa sobre sus hombros y aparece entre columnas y nichos a modo de bastidores. Se reproduce todo el repertorio barroco de símbolos de dignidad, recuperados, previa "restauración", en las cámaras de tesoros para la sesión del retrato". Supongo que la "restauración" se refiere al punto que le concedió Amerling al pintarlos. Venga, venga, acabemos ya: "Nunca jamás se pronunció desde el retrato de un monarca en términos tan burdos el hecho de vestirse totalmente con insignias históricas. No pudo haberse formulado mejor la distancia entre el portador de los ornamentos, cuyos rasgos de preocupación descubren a un hombre deEstado consciente de su responsabilidad" -pero si parece que está beodo, por dios- "y el peso de la tradición. La vigorosa mano del pacifista se niega a sustraer la espada y descansa sin fuerza entre las rodillas y el brazo del trono." ¿Vigorosa mano? Rauch también estaba beodo cuando escribió esto. Sigue, sigue, no digo más: "El cetro parece haber sido colocado en sus manos por un arreglista. Y todavía están las gráciles piernas con sus medias de seda. Quien no sepa que en sus tiempos quel hombre ágil se caracterizó por la ligereza de sus pies al bailar" -me da terror solo de imaginarlo- "calificará de indigna esta libertad tomada con las piernas. Por tanto el cuadro consta de diversos elementos; en él aparecen fórmulas tradicionales de la representación del estado junto al retrato del hombre natural. El trono cubierto aparece como un asiento inseguro que no tardará en ser removido". Ay, esa traducción, "remove" no es remover, es quitar, eliminar... Bueno, sobre el cuadro: magnífico, una parodia del poder, una jocosa interpretación de lo ridículo que resulta la monarquía, de lo patético que supone que un tipo con esas pintas maneje la vida de millones de personas. La liturgia de la monarquía -pienso en El arca rusa de Sokurov-, la estulticia que no puede ocultarse -pienso en el retrato de la familia de Carlos IV de Goya-, la valentía de Amerling -que aparte de ejecutar con virtuosismo no le teme a las posibles represalias, incomprensiblemente inexistentes en este caso, lo cual hace mucho más fiel a la realidad esta visión del rey.
5 comentarios:
Muy interesante el post, no conocía yo a estos elementos. Me he reido especialmente con el retrato regio, la verdad es que el tipo era un mamarracho. Habría que haberlo visto si hubiera dado con goya en vez de con amerling, aunque es cierto que la composición tiene cierta mala milk.
me alegro de que no los conocieras, la verdad es que este Amerling era un portento, aunque el mérito del retrato es del rey, eso está claro
muy buena la entrada, los retratos están muy bien,
saludos
josepedro
Por cierto lo escribo aquí, porque en la entrada de Fiedrich no me deja, no se porqué. Éste es uno de mis pintores favoritos, tu ya sabes que la melancolía es uno de mis palos.
Un abrazo y adelante, ya falta menos para el libro.
José Pedro
hombre jp, gracias por tus comentarios; el libro,jeje,un libro de citas de otros libros.Me alegro de que te gustara el artículo sobre Friedrich. Aprovecho para recomendarte la exposición en el rectorado de la colección santander, merece la pena sólo por el fondo del Van Dyck y la escalera de Juan Sevilla,saludos.
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