miércoles, septiembre 24, 2008

Poussin, "el temblor del tiempo".



Nicolás Poussin nació en Les Andelys en 1594 y murió en Roma en 1665. Fue por tanto estricto coetáneo de Velázquez (1599-1660) y de Rembrandt (1606-1669), sin embargo nunca ha gozado de la valoración que siempre han tenido y tendrán estos dos grandes maestros indiscutibles del barroco. ¿Era tan bueno Poussin como ellos? Según algunos críticos su arte estuvo prácticamente al mismo nivel que los del holandés y el sevillano. Como esto no se puede medir no nos queda más que apuntar algunas cosas sobre el francés y hacernos así una idea de la importancia de su obra en la historia de la pintura. Si entras en el museo del Prado de Madrid por la puerta de Goya, a mano izquierda encontrarás una sala dedicada a Poussin y a Claude Lorrain -no obstante ambos se conocían y es clara la influencia que de Lorena tuvo en Poussin en la última fase de su producción cuando el francés le dio una mayor importancia al paisaje en el que enquistaba a sus personajes casi de forma perdida, como sucede en el increíble Paisaje con Hercules y Caco (foto de abajo) . Es una sala pequeña en la que nunca hay nadie. Reconozco que yo también he pasado de puntillas por esa sala, casi sin detenerme, por lo que apenas puedo decir nada de su Apolo y las musas de 1632. Ha sido llamado el pintor filósofo -por su peculiar forma de interpretar los hechos relatados, dándole gran importancia a la colocación de los personajes y a la teatralidad de los mismos, profundizando en la psicología de los mismos-, también el gran fabulador historiador -por sus amplios conocimientos de mitología en los que basaba la mayoría de sus cuadros y por los momentos captados infrecuentes para describir determinados mitos o hechos históricos-, y también ha sido denominado el primer romántico por el empleo oscuro del colorido y por la utilización de lo "non-finito" o inacabado, sobre todo en sus últimas obras. Aunque nacido en París pronto emigró a Roma donde llevaría a cabo casi toda su obra artística -salvo unos años en que volvió a París, ya en su madurez, reclamado por el rey Luis XIII. En Roma se encontró con una "batalla" estética entre los partidarios de una vuelta al clasicismo -seguidores de Carracci- y los que veían en en el tenebrismo de Carvaggio el futuro estilístico. Él se alineó con los clasicistas y salvo algunos encargos de gran envergadura como El martirio de san Erasmo para el Vaticano, Poussin recibió encargos de particulares -nobles cultos apasionados por el arte- que suponían la realización de obras relativamente pequeñas (casi todos los cuadros de Poussin tienen unas dimensiones de 2m por 1.5 m), de los que vivió toda su vida. Cuando su éxito llegó a oidos del monarca francés éste le hizo volver a su tierra para que compartiera el cargo de pintor de cámara junto a Vouet, pero Poussin no pudo aguantar aquel "encarcelamiento" de buena vida y también de excesivos encargos que coartaban su creatividad y volvió a Roma para disfrutar de la última etapa de su vida, la más impresionante desde el punto de vista artístico pero también la más dolorosa desde el punto de vista de la salud. Y es que Poussin fue un pintor muy longevo y al igual que Miguel Ángel o Tiziano, lo mejor de su obra acaeció en esa etapa crepuscular de su existencia. Atormentado incluso por fuertes dolores reumáticos que le impedían mantener el pulso del pincel pintó lo que puede denominarse su gran serie maestra: las cuatro estaciones. En 1665 el cardenal Richilieu le encargó cuatro pinturas basadas en las cuatro estaciones. Poussin, utilizando cuatro motivos bíblicos (Adán y Eva para La primavera; la historia de Ruth y Booz para El verano; exploradores de Moisés para El otoño; y el diluvio universal para El invierno), realiza tal vez lo que es su obra maestra. No fue muy bien recibida en París. Se le tachaba de inacabada. Calvo Serraller nos lo cuenta:"Pues bien, a pesar de la admiración que entonces se le profesaba, el relator de esta recepción, Lomenie de Brienne, evoca la decepción que produjo entre la mayoría de los asistentes los desmayos en la ejecución de estos cuadros, hasta el punto que el propio Brienne afirma que escribió, con tiza, detrás de los mismos, las palabras latinas Magni nominis umbra (la sombra de un gran nombre)". Sin embargo es muy emocionante la declaración de Chateubriand -el político y escritor autor de la magna Memorias de ultratumba- al respecto de estas obras de Poussin, en concreto, refiriéndose al invierno (foto segunda) escribió:""este cuadro evoca algo de la edad descuidada y de la mano del viejo: ¡el admirable temblor del tiempo! Con frecuencia los hombres geniales han anunciado su fin mediante obras maestras: se trata del alma que remonta el vuelo". Al contemplar los cuadros de Poussin uno puede adivinar la futura llegada del neoclasicismo de David o Ingres en esos rostros romanos, en esas posturas clásicas, pero también puede ver más lejos, puede adivinar a Puvis de Chavannes e incluso le vendrá a la mente la época clásica de Picasso, por otro lado, en su último período se intuirá un precedente del impresionismo y de la obra "inacabada" de épocas posteriores y que consiguiera la admiración de autores como Cezanne, y que de esta forma tan definitiva proclama Calvo: "Así se comprende el desconcierto por el aspecto toscamente abocetado de la pintura del postrer Poussin y que este defecto impidiese comprender a sus contemporáneos la maravillosa libertad, hondura y sentido revolucionario que supone esta última etapa pictórica del genial artista". Como última cosa me gustaría incluir un bonito comentario que hace Gombrich acerca de la pintura más famosa de Poussin, se trata de la segunda versión de Los pastores en Arcadia o Et in Arcadi ego, del Louvre (foto arriba) : ""ahora comprendemos la sorprendente actitud de asombro y contemplación con que miran el sepulcro las figuras que lo enmarcan, y admiramos aún más lo bellamente que se corresponden entre sí, por sus movimientos, las figuras que leen la inscripción. La composición parece bastante simple, pero esta simplicidad nace de una sabiduría inmensa. Sólo ella podía evocar esta nostálgica visión de apacible reposo en el que la muerte ha perdido su honor".

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