viernes, septiembre 12, 2008

Leonardo y Tarkovski (Ginebra Benci).


Suena la Pasión según san Mateo de Bach, en pantalla un detalle de un dibujo, una cabeza grotesca intenta coger algo que no llega a definirse. Los créditos de la peli van pasando. Es Sacrificio, de Andrei Tarkovski, y el detalle pertenece al dibujo preparatorio para la pintura inacabada de Leonardo da Vinci La adoración de los magos. En las pelis de Tarkovski la presencia de la música clásica y de la pintura del Renacimiento es casi una seña de identidad. Es curioso cómo un autor que rechaza la configuración de una escena como cuadro pictórico -si aún viviera no le recomendaría La joven de la perla, de Webber y con fotografía de Eduard Serra- resulta ser un cienasta sumamente pictórico. No sólo por la puesta en escena y la fotografía empleadas sino por el concepto artístico de su obra y también por la inclusión en la misma de referencias artísticas emblemáticas como lo es -obviamente- la obra del pintor de iconos ruso Andrei Rublev -en Andrei Rublev- o el tratamiento magistral de reproducciones de cuadros de Leonardo -en Sacrificio y en El espejo-. En El espejo -su obra más autobiográfica- aparece un cuadro de Leonardo -El retrato de Ginebra Benci (1474)- en un libro de reproducciones de obras del Renacimiento. Este libro fue cogido "prestado" por el niño Alexei -Aliosha- y lo terminará conservando el resto de su vida -ojeado por el hijo de su amiga Natalia en el piso de él. Tarkovski hablaba de este retrato aludiendo a su extrema y turbadora belleza. En él se aprecian ya los rasgos distintivos de la pintura leonardesca -ligero esfumato, juego de luces y sombras para modelar el rostro, según de Diego-, aunque influenciado en buena parte por el retrato flamenco -piel nacarada, pelo muy detallista, ¿ojos rasgados?-; también vemos el típico paisaje de fondo que termina solapándose con la figura protagonista -Monna Lisa, Virgen de las rocas-. Tras la hermosa Ginebra se aprecia un enebro -en clara alusión al nombre de ella-, de ahí que también sea conocido este cuadro que se encuentra en Washington -qué cosas, algún día habrá que evaluar el significado del paradero tan dispar de algunas obra de arte- como La dama del enebro. La obra pertenece al período en el que Leonardo permanece en Florencia, en la Academia de la ciudad fundada por los Médici para impulsar el talento de jóvenes creadores y poniendo a su disposición su colección de escultura clásica. Como cuenta Linda Bucholz: "A diferencia de la mayoría de retratos de la época, la mujer no está representada de perfil, sino que dirige su mirada hacia el espectador. Se dice que Leonardo estaba enamorado de la joven beldad, pero este hecho parece bastante improbable". Vasari denominó a este cuadro "cosa bellissima". Estrella de Diego nos avisa del "recorte" de este cuadro -es para ponerse de mala leche, por favor-: "Lo primero que llama la atención de esta pintura es su extraña forma, la sensación de que está cortada, algo que corrobora entre otros Clark (1981)",-si lo dice Clark (?)-, "quien estima que el corte debió de ser de al menos nueve centímetros- para ajustar la obra a la proporción clásica de tres a cuatro. Si el corte hubiera sido llevado a cabo, como se podría pensar también a partir del reverso de la obra, originalmente pudo haber incluido unas manos cuyo dibujo preparatorio podría corresponder al conocido boceto a punta de plata conservado en la colección Windsor y que tienen muchos elementos en común con las manos de la Virgen de la Anunciación". Bucholz también indica la posibilidad de que el recorte nos prive de unos manos entrelazadas y además sostiene que la obra original debía mantener un formato apaisado. O yo me he vuelto tonto o esto significa que también tendría recortes a los lados -¿o qué narices es apaisado?, cosas de la traducción, supongo-. Si la obra tiene un tamaño de 38,8 cm x 36,7 cm y el busto de la joven ocupa unos 30 cm, resulta bastante improbable que en 9 cm quepa el resto del busto y las manos entrelazadas, a no ser que sean las manos de un ratón de feria. En fin, que a veces uno no sabe si son peores los personajes "recortadores" de obras de arte, o los estudiosos que explican el devenir de sus investigaciones al respecto. Como quiera que sea, el cuadro es una maravilla donde ya se anticipa el verdadero genio de Leonardo, como dice de Diego, de obras posteriores -la belleza melancólica en la Monna Lisa, por ejemplo. El empleo de Tarkovski de este cuadro puede parecer anecdótico dentro de su peli pero lo cierto es que la visión de esta obra en su infancia pudo haber provocado el devenir de la existencia de Alexei como adulto, configurando un personaje obsesionado por el arte, indiferente a los sentimientos humanos -incapaz de reconocerse ni a sí mismo frente al espejo y de reconciliarse con su madre-, y apartado en su soledad para el resto de los días.

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