miércoles, agosto 06, 2008

Las Meninas de Velázquez.


Las Meninas:
La Teología de la pintura.


Así de rotundamente se expresaba Luca Giordano en 1690 refiriéndose al célebre cuadro de Velázquez: "Ésta es la Teología de la pintura". El gran estudioso del pintor sevillano López-Rey cuenta en su obra Velázquez: "Velázquez aparece pintando, pero el resultado no es visible. A veces se ha sugerido que lo que estaba pintando era el retrato de la Infanta Margarita mientras se le ofrece el búcaro de agua, o bien, en vista de las grandes dimensiones del lienzo, precisamente el mismo cuadro que aparece a los ojos del espectador: los retratos de los miembros de la familia real, de sus servidores y su autorretrato. La principal objeción a esta tesis es que él se encuentra detrás de la infanta y de la menina que le sirve y no está mirando a una ni a otra. Además, vuelve la espalda a la pared más destacada del cuadro. Un poco más admisible, sin llegar a convencer, es la opinión más extendida, según la cual Velázquez se habría representado en el momento en que retrata a Felipe IV y a la reina Mariana, cuyas figuras de busto se reflejan en el espejo del fondo. Sin embargo se puede objetar con razón que el lienzo es demasiado grande, incluso para un retrato doble de los reyes exceptuando, evidentemente, el que aparece en el espejo de las Meninas". Es decir, no tenemos ni idea de lo que estaba pintando Velázquez en el cuadro de las Meninas. Lo que resulta más evidente es que no es el propio cuadro de las Meninas. El truco del espejo nos remite claramente a un antecedente en la historia de la pintura como es El matrimonio Arnolfini de Van Eyck, donde en el espejo del fondo se ven representados los contrayentes de espaldas y el propio artista de frente. Curiosamente, este cuadro -hoy día en la National Gallery de Londres- se encontraba en la colección real de Madrid en aquella época por lo que Velázquez lo debía conocer perfectamente. No obstante no se le puede achacar a Velázquez el que haya sustraido esta idea del cuadro de Van Eyck ya que él mismo había utilizado este efecto en su cuadro de Jesucristo en casa de Marta y María de su etapa sevillana, unos cuarenta años antes, momento en el cual es seguro que Velázquez no conocía el Van Eyck -si bien pudo haber oido hablar de él. Andreas Prater comenta: "A pesar de aparecer únicamente como un reflejo en el espejo, los reyes son el auténtico centro al que todo se dirige. El espectador ha de reconocer que queda excluido pues su lugar lo ocupan los reyes. El cuadro resulta ser absolutamente hermético, afirmación subrayada por la pintura que tiene ante sus ojos que permanece oculta a nuestra vista". Esta idea borgiana de la no existencia -o de la exclusión de la realidad- le encantaría a Cees Nooteboom, y precisamente fue un capítulo de Desvío a Santiago del erudito holandés el que captó mi atención de nuevo sobre este gran cuadro. Cuando voy al Prado no puedo dejar de ver dos obras: Las Meninas -aunque sea de lejos tengo que verlo, saber que sigue ahí, acechado por los turistas que flagrantemente lo fotografían con flashes ante la pasividad de las vigilantes indolentes-; y la Eva de Durero, que por algo ganó el concurso de belleza del museo en Un novelista en el Prado de Mujica Láinez. Yo estoy convencido de que Las Meninas no es otra cosa que un autorretrato. No se conocen muchos de Velázquez (dos en Florencia -Uffizzi-, otro en los museos capitolinos de Roma) y esto es muy extraño: su contemporáneo -y quizás el único pintor de su época que no palidece ante el genio del andaluz- Rembrandt, tiene multitud de ellos, y Velázquez, bien por holgazanería -el sanbenito que le persiguirá a lo largo de la historia-, bien por entregar su tiempo para pinturas no reales a variopintos personajes como bufones de la corte, bien por dedicar demasiado tiempo a sus labores de aposentador real -¡qué manera de perder el tiempo para el mayor genio de la pintura, por dios!-, lo cierto es que no han llegado ni dibujos -¿me lees pirlosky?-, ni autorretratos -salvo los mencionados "italianos"-, así que encontró la forma perfecta para realizarlo aprovechando una escena de corte y un retrato de los reyes, para deleite de los críticos de arte que llevan años y años rompiéndose la cabeza acerca de la composición y significado de esta obra inmortal. En la foto, unos turistas contemplando Las Meninas en 2004.

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