Hasta el 21 de septiembre estarán aquí en Málaga los cuadros que Sorolla realizara para la biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York. No tenía intención de hacer comentario alguno sobre esta exposición pero así me lo han reclamado algunos fieles lectores de mi blog y aquí está esta reseña. No iba a comentar nada porque esta exposición ya ha estado en Valencia y en Sevilla, y porque realmente no tengo ni idea de pintura, y hablar de un pintor tan popular y cotizado como Sorolla es algo aventurado -los errores típicos de mi blog quedarían fácilmente al descubierto. Pero pensé que si había escrito sobre Las Meninas ya podía escribir de cualquier cosa, jeje. La verdad es que Sorolla provoca en mí sensaciones dipares, desde la más absoluta sorpresa por el manejo de los colores y la luz hasta la mayor de las repulsas por su aire amanerado en los motivos escogidos. Estos cuadros de la Hispanic Society reúnen ambos aspectos. Técnicamente son soberbios. Únicamente aprecio cierta dejadez en el dibujo anatómico, pero esta dejadez es suplida con creces por la pincelada virtuosa e impresionista del valenciano. Y me arriesgo mucho al utilizar el término impresionista ya que nunca he sabido exactamente a qué estilo pertenece este magnífico pintor. El anacronismo de su tendencia pictórica (cuando en Europa estaba a punto de despertar el cubismo de Picasso y Bracque y el expresionismo de Kirchner estaba en su apogeo, y los dadaístas empezaban a dar la lata, Sorolla seguia realizando una pintura del siglo XIX) es burlada por el gran éxito en vida de su obra. Es en 1911, tras una exposición en Chicago, visitada por 100.000 personas, con venta masiva de cuadros y encargos de retratos múltiples, cuando la Hispanic Society de Chicago le encarga unos cuadros con motivos folklóricos de las distintas regiones de España para decorar el salón de su biblioteca. Rosa Echeverría escribe en 1979: "Inicia SOrolla el último y más apasionante de sus trabajos, que para muchos es también el mejor". Otros críticos opinan lo contrario, no sé a qué carta quedarme. Continúa Echeverría: "Libre de otros cuidados se deja materialmente la vida tratando de convertir en cuadros el alma plural de España. Viaja por todas las regiones, busca modelos, realiza estudios y bocetos". Pienso en un Bela Bartok recopilando canciones autóctonas de su Hungría natal, con su gramófono antediluviano... Sorolla manifiesta: "Esta obra de las regiones me tiene un tanto contrariado, porque quiero hacer una capa y sólo me han dado una tela para una montera. Setenta metros de lienzo. ¿cómo se puede, por ejemplo, pintar toda Castilla en catorce metros?". Realmente el lienzo de Castilla es el más impresionante ("La fiesta del pan"), pero también es el que más dudas me despierta en cuanto a su genialidad. Volviendo de Madrid en el AVE este verano pude apreciar la grandeza de los amplios campos de Castilla que tan magistralmente describiera Antonio Machado, la solaz y eterna vista horizontal que se pierde a lo lejos es algo único en el mundo, y Sorolla ha representado una multitud -más de 100 figuras pueblan el cuadro- que parecen estar posando, todos callados, en fila, como si estuvieran todos muertos. Sorprendentemente declaraba: "La región que más me ha emocionado es Castilla. Hay en Castilla una conmovedora melancolía". Y digo sorprendentemente porque para representar esa melancolía eligió una fiesta popular que adolece de lirismo y sobre todo de melancolía. La pintura es excepcional pero el sentido se me escapa. Algo más afortunados son los dedicados a Sevilla -aunque rezuman topiquismo, La semana Santa, el baile en el patio -Cruz de Mayo-,...-, y mucho mejores El palmeral (Elche), y El Concejo del Roncal -Navarra- o Juego de bolos -Guipúzcoa-, donde la composición está dotada de mucha más vida -a pesar de ser cuadros más modestos en cuanto a tamaño y con menor número de personas representadas, quizás por eso el resultado es más logrado. La pesca del atún, Ayamonte, es también uno de los puntos álgidos de la exposición, con la luz del mar reflejada en los cuerpos de los pescadores y en las sombras plateadas de los pescados agonizantes. Éste fue el último cuadro en pintar y los hijos de alguno de los marineros cuentan que su padre posó siete días para el pintor. Yo estoy muy sorprendido de que la Sociedad Hispánica haya facilitado estas exposiciones en España, hasta que me he enterado que fue una disposición obligada por el pintor, el que fueran expuestos estos cuadros en su país, cosa que se ha hecho después de revitalizar los lienzos con un proceso de restauración. Es criticable de esta magna obra la desproporción en cuanto a las regiones representadas. Varios cuadros de Sevilla, el de Ayamonte, por tan sólo uno de Cataluña, País Vasco, hasta un total de 14 irregulares representaciones -demasiado en algunos casos- folklóricas. También se podría hablar de la conveniencia de ubicar estos cuadros en el CAC de Málaga, un Centro de Arte Contemporáneo que realiza un labor envidiable de difusión del arte contemporáneo y que poco o nada tiene que ver con Sorolla. Pienso que el lugar más idóneo hubiera sido el museo Municipal del Paseo Reding pero quizás el tamaño de los cuadros hayan obligado a que finalmente se muestren en el CAC -en una exposición perfectamente cuidada, vigilada, y totalmente gratuita, hay que decir.
miércoles, agosto 13, 2008
Sorolla en Málaga:Visiones de España.
Hasta el 21 de septiembre estarán aquí en Málaga los cuadros que Sorolla realizara para la biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York. No tenía intención de hacer comentario alguno sobre esta exposición pero así me lo han reclamado algunos fieles lectores de mi blog y aquí está esta reseña. No iba a comentar nada porque esta exposición ya ha estado en Valencia y en Sevilla, y porque realmente no tengo ni idea de pintura, y hablar de un pintor tan popular y cotizado como Sorolla es algo aventurado -los errores típicos de mi blog quedarían fácilmente al descubierto. Pero pensé que si había escrito sobre Las Meninas ya podía escribir de cualquier cosa, jeje. La verdad es que Sorolla provoca en mí sensaciones dipares, desde la más absoluta sorpresa por el manejo de los colores y la luz hasta la mayor de las repulsas por su aire amanerado en los motivos escogidos. Estos cuadros de la Hispanic Society reúnen ambos aspectos. Técnicamente son soberbios. Únicamente aprecio cierta dejadez en el dibujo anatómico, pero esta dejadez es suplida con creces por la pincelada virtuosa e impresionista del valenciano. Y me arriesgo mucho al utilizar el término impresionista ya que nunca he sabido exactamente a qué estilo pertenece este magnífico pintor. El anacronismo de su tendencia pictórica (cuando en Europa estaba a punto de despertar el cubismo de Picasso y Bracque y el expresionismo de Kirchner estaba en su apogeo, y los dadaístas empezaban a dar la lata, Sorolla seguia realizando una pintura del siglo XIX) es burlada por el gran éxito en vida de su obra. Es en 1911, tras una exposición en Chicago, visitada por 100.000 personas, con venta masiva de cuadros y encargos de retratos múltiples, cuando la Hispanic Society de Chicago le encarga unos cuadros con motivos folklóricos de las distintas regiones de España para decorar el salón de su biblioteca. Rosa Echeverría escribe en 1979: "Inicia SOrolla el último y más apasionante de sus trabajos, que para muchos es también el mejor". Otros críticos opinan lo contrario, no sé a qué carta quedarme. Continúa Echeverría: "Libre de otros cuidados se deja materialmente la vida tratando de convertir en cuadros el alma plural de España. Viaja por todas las regiones, busca modelos, realiza estudios y bocetos". Pienso en un Bela Bartok recopilando canciones autóctonas de su Hungría natal, con su gramófono antediluviano... Sorolla manifiesta: "Esta obra de las regiones me tiene un tanto contrariado, porque quiero hacer una capa y sólo me han dado una tela para una montera. Setenta metros de lienzo. ¿cómo se puede, por ejemplo, pintar toda Castilla en catorce metros?". Realmente el lienzo de Castilla es el más impresionante ("La fiesta del pan"), pero también es el que más dudas me despierta en cuanto a su genialidad. Volviendo de Madrid en el AVE este verano pude apreciar la grandeza de los amplios campos de Castilla que tan magistralmente describiera Antonio Machado, la solaz y eterna vista horizontal que se pierde a lo lejos es algo único en el mundo, y Sorolla ha representado una multitud -más de 100 figuras pueblan el cuadro- que parecen estar posando, todos callados, en fila, como si estuvieran todos muertos. Sorprendentemente declaraba: "La región que más me ha emocionado es Castilla. Hay en Castilla una conmovedora melancolía". Y digo sorprendentemente porque para representar esa melancolía eligió una fiesta popular que adolece de lirismo y sobre todo de melancolía. La pintura es excepcional pero el sentido se me escapa. Algo más afortunados son los dedicados a Sevilla -aunque rezuman topiquismo, La semana Santa, el baile en el patio -Cruz de Mayo-,...-, y mucho mejores El palmeral (Elche), y El Concejo del Roncal -Navarra- o Juego de bolos -Guipúzcoa-, donde la composición está dotada de mucha más vida -a pesar de ser cuadros más modestos en cuanto a tamaño y con menor número de personas representadas, quizás por eso el resultado es más logrado. La pesca del atún, Ayamonte, es también uno de los puntos álgidos de la exposición, con la luz del mar reflejada en los cuerpos de los pescadores y en las sombras plateadas de los pescados agonizantes. Éste fue el último cuadro en pintar y los hijos de alguno de los marineros cuentan que su padre posó siete días para el pintor. Yo estoy muy sorprendido de que la Sociedad Hispánica haya facilitado estas exposiciones en España, hasta que me he enterado que fue una disposición obligada por el pintor, el que fueran expuestos estos cuadros en su país, cosa que se ha hecho después de revitalizar los lienzos con un proceso de restauración. Es criticable de esta magna obra la desproporción en cuanto a las regiones representadas. Varios cuadros de Sevilla, el de Ayamonte, por tan sólo uno de Cataluña, País Vasco, hasta un total de 14 irregulares representaciones -demasiado en algunos casos- folklóricas. También se podría hablar de la conveniencia de ubicar estos cuadros en el CAC de Málaga, un Centro de Arte Contemporáneo que realiza un labor envidiable de difusión del arte contemporáneo y que poco o nada tiene que ver con Sorolla. Pienso que el lugar más idóneo hubiera sido el museo Municipal del Paseo Reding pero quizás el tamaño de los cuadros hayan obligado a que finalmente se muestren en el CAC -en una exposición perfectamente cuidada, vigilada, y totalmente gratuita, hay que decir.
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2 comentarios:
Bueno, veo que por fin te has decidido con Sorolla, estoy contigo en todo lo que has escrito, y sería más duro, no obstante era un maestro de la técnica, tenía una gran capacidad de trabajo y supo acompasar su temática personal con los encargos - Dichosos encargos que todo lo malean.
Concluyendo creo que Sorolla hizo lo que pudo con una temática impuesta, arcaica y costumbrista, que representa a una España con la que no me siento representado.
Pero vamos, ¿quien no ha realizado encargos?.
Saludos.
ESPASUA
estimado jp, gracias por tu comentario, y reflexionando sobre el mismo debo darte toda la razón, hay que tener en cuenta las circunstancias que rodearon el encargo como la naturaleza del mismo y los destinatarios.También llevo unos días pensando en la melancolía de La fiesta del pan.Y realmente tengo que desdecirme en lo publicado,en los rostros de esa gente se adivina la resignación,parece cualquier cosa menos una jornada festiva,y es que los grandes genios son capaces de brillar hasta en los más encorsetados encargos,
saludos
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