Francisco Guerrero:
el músico "abstracto".
Otro andaluz genial en El gran Kovalski. Hace poco dedicaba la entrada al pintor granadino José Guerrero, y ahora el protagonista es este compositor del siglo XX, Francisco Guerrero, nacido en Linares en 1951 y muerto en Madrid en 1997, y a quien no hay que confundir con el músico sevillano del renacimiento Francisco Guerrero, coetáneo de dos grandes nombres de la música española: Tomás Luis de Victoria y Cristóbal de Morales. En una exposición de arte abstracto en la Fundación Juan March de Madrid, cuenta uno de sus alumnos, Alfonso Casanova, cómo el maestro ante un cuadro compuesto de una mancha oscura que al acercarse revelaba multitud de detalles y rugosidades dijo: "Así es mi música". Es esta idea de abstracción pictórica en la música de Guerrero la que lo ha traído a este humilde blog. Escuché por primera vez una obra de este autor hace unos días en el Ciclo de música contemporánea de Málaga. Tocaron su pieza para piano Manual op.1, y el Concierto de cámara de 1977. Y aunque mi espíritu creativo musical no va más allá de dar unos cuantos guitarrazos la música de este hombre me fascinó por su complejidad y por el aliento filosófico que, tras su pérfida máscara matemática, parece esconder. Ideas rítmicas fracturadas, sencillos acordes tonales en medio de una tormenta de disonancias y fraseos tan demoníacos que harían palidecer al mismo Liszt, además de una explotación increíble de recursos tímbricos, llevando más allá de lo imaginable las posibilidades acústicas de los diferentes instrumentos, hacen de su obra un universo sonoro recurrente que impresiona y a la vez proporciona esperanzas de sobrevivir ante el tumulto diario de incomprensión y aislamiento que padecemos los fracasados, o al menos los que tenemos conciencia de nuestro fracaso pues en realidad todos somos fracasados en uno u otro aspecto -voy a tener que dejar de escribir los lunes, por dios. El mismo programa del ciclo comenta sobre la música de Guerrero:"Condición derivada de su postura estética es la complejidad. Ésta se materializa en nuevos efectos instrumentales, uso de un amplio epectro de ataques, difícil escritura rítmica, sin concesiones, o en el requerimiento indispensable de una comprensión rotunda que permita el avance en unos pentagramas abarrotados de hechos sonoros, bordeando continuamente el peligro del caos.". Admiraba a Luis de Pablo, del que dijo:“Cuando empecé a acercarme a la vanguardia, el ejemplo que tomé fue Luis de Pablo. Yo quería ser él. Me impresionaron su obra y sus escritos”. Quizás su obra msestra sean los Zayin para instrumentos de cuerda:(2 cuartetos, cinco tríos y una pieza para violín solo distribuidos de la siguiente manera: Zayin I (trio), Zayin II (trio), Zayin III (trio), Zayin IV (quartet), Zayin V (trio), Zayin VI (violin), Zayin VII (quartet), Zayin VIIb (trio); un proyecto realizado entre 1983 y 1997, donde los instrumentos nunca están tocados con su habitual estética sonora -de forma que incluso la dedicada a violín solo de 16 minutos refleja a un violín intentando sonar como un cuarteto completo:(youtube)-, recopilando una serie de brillos y perífrasis sónicas que hacen de la audición de esta música un verdadero viaje cósmico -sin posible retorno. Tito Ortiz escribió en el Ideal de Granada:"Incansable observador de reacciones en los humanos, Paco Guerrero gustaba de provocar las sensaciones más insospechadas en el auditorio, de ahí que su música no deje indiferente a nadie. Muy al contrario, la primera vez que la oyes, adviertes que no puedes desecharla, sino, que tienes que rumiarla en el oído, para sacar de ella todo el mensaje hermético que Guerrero le ponía. La música de Paco es como las muñecas chinas que encajan una tras otra de manera perfecta, pero formando un todo. En una obra de Paco Guerrero hay muchas, por eso hay que dedicarle tiempo a oírla una y otra vez, para descubrir su auténtico significado y el mensaje oculto que encierra. Cuán alquimista del pentagrama, Paco Guerrero no se lo pone fácil al oyente, pero menos aún al intérprete o director ". El expresionismo de su música -entendido como un festival que no cesa de imágenes oscuras pero intensas-, el talante insatisfecho y altamente inquieto de sus ideas tímbricas -al límite de lo reconocible, jugando con texturas no habituales-, a veces basadas en principios científicos (físicos, matemáticos) como la fractalidad -yo la combinaría con el concepto de "fatalidad" y la denominaría fractalidad fatal o fatalidad fractal- y la combinatoria -en 1987 funda Rigel, Centro de Investigación de Músicas Complejas, donde se dan cita compositores y otros profesionales como ingenieros, físicos-, esa transmisión de esencia incorpórea que dispara nuestras sinapsis neurológicas sin control, de vacío humano frente a la injusticia del arte ajeno, de impotencia ante la culpabilidad siniestra que nos provoca el sinsentido de la existencia, de admiración por lo incomprensible, por lo extinguible sin remisión, de perdición en definitiva (lo que decía: tengo que dejar de escribir los lunes), y que a veces nos invade al contemplar un Saura o un Rothko o un Pollock, por poner algún ejemplo, es también palpable -audible en este caso- en la obra de este compositor prematuramente fallecido y del que -años después de su muerte- se está realizando una revisión de su trabajo -en conciertos, grabaciones- como en vida no se había hecho. Quizás nunca sea tarde para otorgar el merecido reconocimiento a este genio de la música española del siglo XX.
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