Ciclo pintores malagueños.
Dámaso Ruano, de padres malagueños, nació en Tetuán (Marruecos) en 1938 y pertenece a la escuela pictórica de Tetuán, no obstante actualmente es una de las figuras más representativas del panorama pictórico malagueño, ya que reside en el barrio de El Palo de Málaga. Estos días se exhibe una exposición de paisajes (2000-2007) en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga (Paseo de Reding). En el folleto de la misma se apuntan 4 rasgos de su pintura: textura, collage, rasgaduras y la abstracción del paisaje. El recorrido por las tres plantas nos muestran a un Ruano luminoso, geométrico, con inclinación por los cielos crepusculares, un Ruano que encuentra en la bidimensionalidad el arma perfecta para elaborar esos paisajes desérticos llenos de vitalidad, de amarillos nápoles, de violetas cárdenos, de grises azulados y cremosos cuyas tonalidades se metamorfosean gradualmente, unos paisajes desde donde sobresalen en ocasiones atisbos de antiguos palacios en ruinas, pórticos que semejan dólmenes, figuras erectas en forma de menhires, guiños neoclásicos ("Baelo Claudia") al surrealismo de de Chirico ("Porque Dámaso Ruano no es un místico aunque pueda parecerlo, sino más bien un neoclásico, en el sentido pitagórico del término, alguien que busca en la proporción, en la exactitud, en el rigor, en la austeridad, las claves de esa cosa, imprescindible que llamamos belleza. Porque Dámaso Ruano rechaza el adorno, la floritura, las musiquillas del violín, los gestos manieristas, las retóricas decorativas, los gritos y las romanzas de los tenores huecos", Virgilio Montañes en un texto de la exposición), unos paisajes silenciosos, desprovistos de humanidad, y sobre todo muy luminosos ("Campos de color, siluetas de contornos prístinos, collages cuya virtualidad matérica crea hermosas estatigrafías, planos que ensanchan o profundizan espacios... Aparecen sometidos a un riguroso y cartesiano orden compositivo, que hace de estas vedutas un imán para la vista. La intensidad de las gamas cromáticas, las armónicas y refinadas capas de color de estos paisajes esenciales de Dámaso Ruano provocan un sentimiento de serenidad que hacen de la mirada una experiencia de gozoso e imborrable recuerdo", F. Martín). Pero ¿son estos paisajes nacidos del recuerdo, de la contemplación o son paisajes provocados por una mirada interior, casi filosófica, reflexiva, en situación de desafiar lo ingobernable incluso? "Buscador incansable de las posibilidades de la forma pura, los paisajes de Dámaso Ruano, iluminados por una luz filtrada a través de su secreto mundo interior, revela una realidad espiritual iridiscente, suave, tamizada, en la que la dimensión agónica y existencial del individuo se conjuga una elevación y un signo de esperanza", reza uno de los textos de la exposición escrito por Castaños Alés. Con cierta timidez -o quizás mejor debería decirse con cierta prudencia para no poner en riesgo la finalidad última de su pintura- utiliza Ruano el collage en forma de telas bien delimitadas -en algún momento con una cresta de madera-, casi imperceptibles, unas telas que son asimiladas instintivamente por el lienzo, conjugándose con las superficies claras, diáfanas de pintura acrílica de manera armoniosa. Una numerosa muestra de serigrafías convocan la importancia de los vértices en relieve y de la simbólica coloración minimalista, conformando una serie de episodios casi anecdóticos pero del que parece reproducirse gran parte de su obra mayor. En Ruano se dan cita grandes nombres de la pintura del siglo XX, los cuadros collage de Schwitters, lógicamente también de Picasso o Braque, el paisaje interior de Mark Rothko, la geometría analítica de Mondrian y el grupo De Stijl, e incluso me atrevería a decir que hay bastante de los paisajes abstracto-figurativos de Nicolás de Stäel, quizás con menor plasticidad pero con el mismo arrojo dual y la misma obsesión por el color auro, ascendente. "La obra de Ruano está dirigida por el paradigma de lo riguroso, consecuencia ésta que no implica la supresión de lo imprevisto. Cuando decimos riguroso, asumimos en palabras de Italo Calvino estas 3 conclusiones: un trazado preciso y medido, la remembranza de imágenes puras, penetrantes, inolvidables, y una expresión escrupulosa para transcribir los rasgos apenas perceptibles del pensamiento", M. Vargas. Los espacios abiertos que surgen desde las celdas geométricas -maravillosa contradicción que sólo un artista puede conseguir sin hacerte sentir estafado- presiden las dos partes segmentadas del lienzo (sin marco) de forma que la parte superior puede representar el cielo, casi siempre en el éxtasis del atardecer, y la inferior la sequedad pero inspiradora superficie del desierto africano. Otros autores que nos vienen a la memoria por su relación con los paisajes africanos son los de Delacroix, Macke, o el propio Miquel Barceló. Como quiera que sea, y a pesar de todas estas atribuibles influencias, la pintura de Ruano demuestra una personalidad y una inquietud que hacen de su obra un punto de referencia obligado en el arte abstracto español actual.
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