En el estado de Chiapas (México) se encuentra el sitio arqueológico de Bonampak, un lugar descubierto en 1946 por Giles Healey y que alberga la colección de pinturas más importante de esta civilización, conservada en uno de los templos (denominado Estructura 1 o templo de los murales) gracias a la filtración de agua de lluvia que ha originado una capa de carbonato cálcico protector y que ha impedido la erosión de los frescos. Las pinturas datan del año 790 y pertenecen al perído clásico de la civilización maya. Estas pinturas decoran los muros de los tres cuartos del templo. En el cuarto 1 aparece un cortejo real o bien la presentación de un príncipe a personajes de alta clase social. En el cuarto 2 se observa una escena de guerra en la que los prisioneros son sacrificados para calmar a los dioses. En el cuarto 3 se representa una ceremonia con bailes y máscaras y donde unas mujeres se atraviesan la lengua como ritual para la ocasión. Las figuras están dibujadas con naturalismo, huyendo de cualquier tendencia expresionista o deformante. Los colores son muy vivos y su uso es extraordinario, evitando algunas mezclas como la del rojo con el azul. Las pinturas más impactantes son las del cuarto 2 donde los prisioneros figuran con los dedos sangrantes producto de haberles sido arrancadas las uñas. Cuando se realizó este descubrimiento se ignoraba el carácter sanguinario de los ritos religiosos de los mayas y se tenía la idea de ellos de una civilización constructora y respetuosa con la vida humana, tal era así que el propio Healey interpretó estas figuras como artesanos que habían hundido sus manos en una fuente de pintura líquida y sus dedos chorreaban lo que no era sino pintura roja. Las pinturas en la civilización maya tenían una función decorativa y la utilizaban en los exteriores de las casas y en los interiores. Una característica de estas pinturas es que rodean el cuarto ignorando los vértices de la estancia y originando que el espectador se sitúe en el centro de la escena. Aparte de su valor artístico las pinturas tienen un valor histórico impresionante ya que aparecen detalles de vestuario y decorativos tales como plumas y otros accesorios que nos muestran aspectos de la realidad social de aquella civilización. Sin embargo lo más increíble es la calidad artística de las pinturas. El maestro -o los maestros- que la realizaron muestran algún escorzo que yo me atrevería de denominar como miguelangelesco, concretamente en uno de los prisioneros del cuarto 2 que bien parece extraído de la Capilla Sixtina. Resulta bastante impresionante que en Mesoamérica realizaran este tipo de pinturas en pleno siglo VIII, en un estilo que combina lo más sutil del dibujo del renacimiento italiano con la viveza de colorido de unos fauvistas franceses, y me viene a la cabeza inevitablemente la etapa de los mares del sur de Gauguin. Evidentemente las leyes de las perspectiva les eran totalmente desconocidas, aún así guardaban algún tipo de detalle simbólico en la representación de las figuras, de forma que de frente se representaban a las personas importantes y de perfil a las menos relevantes, y también la altura en la que son pintados responde a su categoría social de manera que los sirvientes se encuentran en la zona más baja del muro y en la más alta la aristocracia. Estamos pues ante detalles propios de una comprensión medieval de la pintura. En resumen, una obra extraordinaria que nos muestra el capítulo más creativo de una civilización cuyos entresijos y claves aún permanecen ocultos.
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