domingo, julio 05, 2009

Pinacoteca Ambrosiana.


Historias de Milano (IV):
Pinacoteca Ambrosiana.

Desde la Piazza del Duomo se llega rápidamente a la Biblioteca Ambrosiana, la cual alberga la segunda colección más importante de arte antiguo de Milán. Fundada en 1607 por el cardenal Federico Borromeo la biblioteca fue abierta al público en 1609 y sería visitada en lo sucesivo por personalidades como Stendhal o Flaubert. La pinacoteca se vería enriquecida con el paso de los siglos por sucesivos donaciones consiguiendo una extraordinaria colección repartida en 23 salas. Es un museo agradable, de disposición de las obras espaciada y que se recorre con tranquilidad ya que no es muy frecuentado por los turistas. La primera pintura que me impactó fue la Sacra Famiglia con Sant´Anna e San Giovannino, de Bernardino Luini, el alumno aventajado de Leonardo. Su técnica de sfumato es muy parecida a la del de Vinci y el rostro de Santa Ana guarda un gran parecido con la del propio Leonardo del Louvre de tal manera que incluso en alguna ocasión alguna voz experta ha sugerido la posibilidad de que el cuadro del Louvre sea obra de Luini. Un maravilloso Botticelli nos espera en la sala 2: La Virgen del pabellón. Recién restaurada la Madonna del Padiglione de Sandro Botticelli es de una "policromía luminosa y transparente tanto en los vestidos de los ángeles como en el paisaje del fondo" -según folleto. Pero en esta misma sala se encuentra un auténtico y enigmático cuadro de Leonardo da Vinci: El músico, uno de los pocos retratos del maestro del Renacimiento. Un músico del que desconocemos la identidad, con un bonete rojo, largos rizos y mirada fija pero ausente -hacia un lateral del cuadro, evitando la posición del espectador-, porta en la mano derecha lo que parece una partitura. También en la sala 2 está la Madonna con il bambino e devoto de Pinturicchio, una obra que hizo que se me saltaran lágrimas de la emoción -tal es la belleza de la joven virgen, de boca pequeña y rasgos casi orientales. Varios cuadros me gustaron antes de llegar al plato fuerte del museo. Tres obras de Bramantino "uno de los pintores más profundos y enigmáticos del renacimiento milanés, particularmente fascinado por los problemas prospectivos y simbólicos", según el folleto de la pinacoteca. Así están Madonna, San Ambrosio, SanMichele; Cristo in pietá; y Adorazione, el primero con unos increíbles escorzos -uno de ellos ¡un sapo gigante!-. En la sala 5 y tras ver un bonito y colorido Bassano (Reposo en la huida de Egipto) nos espera el cartón preparatorio de Rafael para La Escuela de Atenas del Vaticano, con unas dimensiones de 285 x 804 cm. Es un dibujo impresionante del de Urbino donde no aparece la figura de Miguel Ángel como Heráclito, y esta es la gran prueba de que fue añadido a posteriori en el fresco último. Allí están todos esos filósofos "reencarnados" en personajes de la época: Platón como Leonardo, Arquímedes como Bramante a la derecha, el propio Rafael como Apeles, en la esquina derecha, hasta la hermosa Hipatia de Alejandría, en el lado izquierdo, tras Parménides. Es una pena que no se conozcan las supuestas identidades -de la época- de la mayoría de los representados. Aún así el dibujo es estremecedor. Había una exposición del autor italiano autodidacta del siglo XX Federico Quatrini con dibujos y esculturas muy interesantes -cercanos al futurismo. Luego hay unas salas que recogen obras de artistas del XIX como Mosé Bianchi (In barca, Casa dil pastore, Cavalcanvaro -muy cercano al postimpresionismo luce una paleta de gran colorido), Longoni (Chiusi fuori scuola), Hayez (preciosa Maddalena con el hombro desnudo más bonito que nunca haya visto), o Induno (Vecchio con cane, Ragazza alla fonte). También hay algunas obras del contemporáneo Guido Pajetta (muerto en 1987) como la inquietante Scena cinematografica o un Autorritrato expresionista -retazos de una exposición retrospectiva que tuvo lugar en la propia Ambrosiana. Otra gran sorpresa para mi fue encontrarme un Van Orley, un pintor flamenco que se convirtió en una auténtica obsesión para mi a partir de la escritura de mi relato "Kovalski y el Van Orley", un texto que ponía de manifiesto la pequeñez del ser humano con respecto al arte en general. Se trataba de la magnífica Virgen con el niño frente a una fuente, y el cual me hizo pensar en lo extraño de la vida, ya que el año pasado estuve en Bruselas y no reparé en ningún Van Orley, siendo este artista natural de allí, y que fuera a partir de un cuadro ¡del Prado! -y en una reproducción, ¡después de que he estado unas ocho veces en el Prado!-, cuando lo descubriera y que además no haya sido hasta encontrarlo en Milán cuando he podido disfrutar de su arte inigualable. Otro descubrimiento para mi fue la de la sutil y delicada obra de Andrea Schiavone, el manierista veneciano del siglo XVI. Además hay esculturas de Canova, Thorvaldsen y Schadow. Para terminar hay que mencionar el bodegón con frutas de Caravaggio (Canestra di frutta, en la sala 6), un auténtico festín para la mente -y para el estómago.

Web de la Ambrosiana: http://www.ambrosiana.eu/

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