lunes, junio 15, 2009

Buzzati:"El crítico de arte".






Dino Buzzati nació en San Pellegrino en 1906 y murió en Milán en en 1972. Licenciado en Derecho desde 1928 fue cronista del Corriere della sera. Comenzó a escribir novelas en 1933 y en 1940 publicó esa maravilla de la literatura del siglo XX llamada El desierto de los tártaros. Su obra mayúscula pertenece sin embargo al territorio de los cuentos o relatos cortos. ¿Y qué hace Buzzati en El gran Kovalski? ¿Acaso fue pintor? Pues según él mismo confesara se sentía más pintor que escritor: "He sido víctima de un cruel equívoco. Soy un pintor que, por afición, por períodos más o menos prolongados, he hecho de escritor y de periodista". En algunos de sus relatos se entreve ese espíritu artístico y esa preocupación por la dirección que estaba tomando la pintura moderna en el siglo XX. Es en el relato El crítico de arte, publicado en 2006 por Acantilado en Sesenta relatos -pero cuya fecha de publicación en Italia desconozco-, donde encontramos al Buzzati más artista, más irónico, e incluso al Buzzati con ese toque kafkiano tan particular -un componente surrealista que está en esta ocasion más próximo a la realidad que nunca en sus relatos-. El crítico de arte Paolo Malusardi llega a la Bienal de Venecia y se sorprende ante la obra de un tal Squittinna "unos treinta cuadros aparentemente iguales, formados por una retícula de líneas perpendiculares tipo Mondrian". Malusardi intenta recordar a este autor y con trabajo recuerda que un tal Tamburini le habló de él recientemente. Malusardi cae en la cuenta de que este artista ha pasado prácticamente inadvertido entre sus colegas críticos y ve en él una oportunidad -curioso, aquí el crítico es quien intenta destacar, a costa del artista: "Miró con más atención. La verdad es que esas geometrías desnudas, lo que se decía conmoverle no le conmovían lo más mínimo. Es más, le traían sin cuidado. Pero podían ser el principio de algo. A lo mejor el destino le tenía reservada la envidiable misión de revelar a un gran artista nuevo". El asomo del ridículo hace su aparición en el crítico, pero pronto lo disipa: "Esos lienzos eran esenciales, tan desnudos, distaban tanto de cualquier intento de agradar a los sentidos vulgares, que si un crítico los elogiaba estaría fuera de peligro". Malusardi comienza a conjeturar posibles arguentos a favor del pintor: "...espera hacerse perdonar el manifiesto de plagio de Mondrian con una innovación divertida. hacer más gruesas las líneas horizontales y más finas las verticales (...) obtener un curioso efecto, como si la superficie del cuadro no fuese nunca plana sino ondulada. En suma, un trompe l´oleil abstracto..." Luego, en el hotel, Malusardi, decidido a apoyar a este nuevo artista, escribe su crítica de la exposición, utilizando fraseos rebuscados que terminan por no significar nada: "...sin rechazar las sugerencias de la casualidad dialéctica (...) cual perentoria imposición rítmica con arreglo a un repertorio de prefiguraciones filtradas..." Nada que no estemos acostumbrados a leer en los catálogos de las exposiciones actuales. ¿Cómo liberarlo de la figura de Mondrian entonces?: "...se establece cómo la mecánica mondriniana sólo se aviene en el límite de un tránsito de noción a conciencia de la realidad, donde la segunda estará representada en su prontitud fenoménica más exigente..." Pero Malusardi no estaba convencido de lo que estaba escribiendo. Se toma un whisky y ve la luz: "¿Acaso no era pertinente que de lo abstracto naciera una crítica abstracta?" Casi asustado por su genial hallazgo Malusardi escribe: "a quien -Squittinna- entretanto porque el contrapunto de una estrategia testimonial, se descubre el nexo de redención del consunto servil relacionamiento realidad-realidad entre los postulados aditivos..." Malusardi está lanzando, eufórico, tenía que cortar las últimas cadenas con lo figurativo, así que se lanza frenético a la crítica abstracta total: "de del con el aflorizo ganolsi concienciamos la semialejarse. ¡Recusia estemésica! Otroró se memoraría el porsuyo estiese en corisadicón helibutorro (...) que mós llevanpo si su predomioranza belusmético, rifé comerizando por rerar la bifecta posca o pisca. Veré qui...". Definitivamente este asombroso -por momentos desternillante- relato de unas pocas páginas es como una singular respuesta -o bien homenaje- desde la literatura y arte del siglo XX a La obra maestra desconocida, de Balzac de 1831, donde el genio francés aventuró con increíble acierto el desarrollo de la pintura abstracta un siglo después de que ésta sucediera. Con ecos de Cortázar, Burgess y Beckett, Buzzati dio otra vuelta de tuerca al mundo de la crítica de arte contemporáneo con este fabuloso relato que debería tener en la mesita de noche todo crítico listillo y repasarlo antes de ponerse a escribir nada sobre arte moderno. Ganaríamos todos, jeje.

Para ilustrar el blog he colgado algunos cuadros obra del propio Buzzati, como L´urlo, un acrílico de 1967, Ragazza che precipita, un temple de 1962, y Piazza dil Duomo di Milano, un óleo de 1952, donde se observan influencias de De Chirico y de otros surrealistas como Dalí o Max Ernst.

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