Poco se sabe de la vida de Georges de La Tour (Vic-sur-seille, 1593, Luneville, 1652). A pesar de ser hijo de panadero esta presumible humildad no la conservó en vida y existen documentos que lo definen como "arrogante, codicioso y violento". Fue pintor del rey y vivió en Lorena en la época de Luis XIII. En su biografía no se conocen viajes fuera del país, quizás uno a Roma pero no está suficientemente documentado. Su pintura es de una modernidad increíble. Después de pasar al olvido La Tour fue redescubierto por los pintores alemanes de la Nueva Objetividad en los años 20 del siglo XX. Se conservan unas 20 pinturas, las cuales pueden ser divididas en cuadros diurnos y nocturnos, estos últimos de una época posterior. Se sabe que conoció la obra de Caravaggio y, aunque La Tour no se alineó con los caravaggistas de Utrecht, la luz es una clave fundamental en la obra de este artista, como dice Pijoán en la Summa Artis: "La Tour se aprovechó del descubrimiento de Caravaggio que reconocía a la materia la función primordial de interceptar rasgos luminosos. La luz crea la forma de los cuerpos dándoles masa y color. Pero para La Tour la luz es fantástica, tiene preferencias por los tonos rojizos y blancos. Muchos cuadros de La Tour, los que le han dado más prestigio, son casi monocromos. Rojo y negro en las escenas de luz artificial a la candela; blanco y morado en las escenas de luz divina. Pero nunca La Tour pintó un paisaje ni un interior iluminado por una ventana. Como Rembrandt, dibujó la luz en el aire. En aquella atmósfera de Lorena, algo apagada de color, exageró La Tour las posibilidades del blanco casi incandescente." Como suele habitual en él, a Pijoán se le va un poco la pinza en sus apasionados comentarios: "¡Que bellas son sus mujeres iluminadas con una candela! Son jóvenes, tiernas, reflejando una piedad pueblerina. Es sorprendente que en medio del barullo de la guerra pudiera La Tour tener paz para observar la belleza femenina". Para finalizar el tema concluye: "Con sus casi monocromías de color nos trasciende a un mundo eterno". Uno de sus cuadros diurnos más conocidos es El tahúr (1620-1640, obsérvese la incertidumbre de la datación), que se encuentra en El Louvre. En este cuadro existe un juego de miradas y un baile de manos que delatan al tramposo, quien parece compinchado con la que puede ser una prostituta, para desplumar al joven adinerado. Este es un cuadro excepcional pero a mi me gusta más uno que hay en Nueva York llamado como un Caravaggio del Louvre, La buena ventura, y con el que guarda semejanzas y diferencias claras. Prater y Brauer también comentan las diferencias con Caravaggio y con los caravaggistas de Utrecht como Hendrick ter Brugghen o Gerrit van Honthorst: La Tour "se distancia cada vez más de la minuciosidad en la representación de los detalles. Sus originales efectos luminosos, que aparecen sobre todo en su obra de madurez, no producen formas difusas, sino que dibujan pronunciados contornos. Estas formas poseen siempre una increíble plasticidad, aun en el caso de que sólo una parte muy pequeña sobresalga de la oscuridad, y sus superficies, a menudo opacas y esmaltadas poseen una solidez y pulida tersura que se combina perfectamente con la impenetrabilidad de las figuras representadas". De entre sus cuadros nocturnos mi preferido es el de la Magdalena del Louvre (Magdalena con lamparilla (1640-45) 128x94 cmm), en la guía del museo leemos: "Se han conservado cuatro versiones de este tema, sin contar numerosas copias. El rostro de Santa Magdalena aparece siempre de perfil, iluminado por la alta llama de la lamparilla. En esta versión, junto a la santa, dos libros cerrados, una cruz y un silicio. Después de una vida de pecado, la santa, convertida en ermitaña, reflexiona sobre su vida y sobre la muerte: el cráneo apagado en sus rodillas y que ocupa el centro del cuadro evoca, como la lamparilla que se consume, el tiempo que pasa y la vanidad de las cosas de la tierra. La extrema estilización de las formas bañadas por la luz dorada, invita a la meditación". Estar frente a este cuadro es realmente una experiencia metafísica.
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