sábado, febrero 14, 2009

Los comedores: Van Gogh y Carracci.



Otras veces han aparecido comparativas de autores totalmente inconexos en El gran Kovalski. Así, haciendo un rápido ejercicio de memoria, recuerdo parejas tales como Carpaccio y Balthus o más recientemente Hopper y De Hooch. En esta ocasión formarán pareja el postimpresionista Van Gogh y el artista del barroco italiano Aníbal Carracci. Como casi siempre me pasa esta asociación ha surgido en la mente de Kovalski de manera fortuita y posiblemente esté absolutamente infundada pero cuando estaba ojeando el libro de Prater sobre el barroco me impactó un cuadro no demasiado conocido de Carracci y enseguida me acordé del cuadro de Van Gogh Los comedores de patatas, fechado trescientos años más tarde. Van Gogh pintó Los comedores de patatas en Neuen en 1885. Es un óleo sobre lienzo de 81x114 cm que se encuentra en el Van Gogh Museum de Amsterdam. En esa época, quizás influenciado por el espíritu de Millet y sus espirituales escenas de campesinos -Millet es un autor muy citado en las cartas de VanGogh a su hermano Theo- y puede que también por escenas de interiores cotidianas de Chardin -esto es suposición mía-, Van Gogh pintó numerosas escenas de campesinos, de ese año son por ejemplo Dos campesinos entresacando patatas y al menos dos cuadros titulados Campesina cavando. Con la esperanza de encontrar una referencia directa a este cuadro consulté las cartas de Van Gogh con escaso éxito. Sí encontré, sin embargo, algunos pasajes que hacen reflexionar sobre las ideas de Van Gogh con respecto al dibujo de la figura humana. Si bien Van Gogh es reconocido como un gran paisajista y un excelente bodegonista y en la retina tenemos grabados sus fogosos campos y sus noches estrelladas y sus lirios y sus girasoles, no es menos cierto que Van Gogh se ocupó, y mucho, de la representación humana, así como de interiores con figuras humanas. En 1882 escribe a su hermano Theo: "La idea de pintar figuras me seduce mucho. Sólo que es preciso que perfeccione aún más mi manera -debo conocer mejor el procedimiento-, aquello que se llama a veces la cocina del arte. Al principio tendré que borrar a menudo, volver a empezar, pero siento que así me instruyo y adquiero una mirada más clara sobre las cosas". Refiriéndose a Millais y puede que en general a los prerrafaelitas escribe también: "... los modernos se equivocaban de camino cuando estaban poseídos, hace algunos años, por la pasión de imitar lo antiguo. Por eso considero verdadera la reflexión de Millet: me parece absurdo que los hombres quieran ser otra cosa que lo que son. Esta observación tiene un aspecto banal, y sin embargo es de una profundidad tan insondable como el océano, en cuanto a mí, creo que conviene tomarla en serio en toda circunstancia". Walter y Metzger escriben en su libro dedicado a la integral de pintura de Van Gogh: "Los comedores de patatas constituyen una síntesis de un sin número de estudios de cabezas características de campesinos y artesanos absortos, que Van Gogh pinta durante los meses de invierno en las míseras viviendas de los aldeanos". Y como no podía ser de otra manera estos autores citan las propias palabras de Van Gogh -y es que creo que las cartas a Theo de Van Gogh son uno de los documentos más impresionantes y aleccionadores de la historia de la pintura-: "mira, tengo que pintar cincuenta cabezas para hacer progresos, porque precisamente no me cuesta trabajo. Tan pronto como sea posible y una detrás de la otra. Lo he calculado, pero con toda la energía que quiero invertir, lo que quiere decir esfuerzo y sudor, no se puede conseguir sin algunos trabajos extra". Por su lado Aníbal Carracci ha sido considerado el pico de lanza del clasicismo romano que se enfrentó al tenebrismo de Caravaggio y que influyó en gente como Poussin. Precisamente en su libro sobre Poussin Calvo Serraller escribe: "Haciendo un rápido y sintético panorama acerca de la evolución del clasicismo romano en el siglo XVII, hay que señalar con su primer y decisivo momento el que representa Aníbal Carracci, su círculo, que se opusieron y vencieron a la corriente naturalista de Caravaggio". Esto me importuna bastante porque aunque me encanta Poussin siempre me ha gustado mucho Caravaggio, y la verdad es que enfrentar -con la perspectiva que nos aporta la historia del arte- a Caravaggio contra Carracci resulta un poco desequilibrado en favor del autor de La cena de Emaús. Prater apunta la grandeza de Carracci: "La decoración de la Galleria Farnese por Carracci fue de inmensa importancia para la pintura monumental barroca, no sólo para la romana en general". Esta obra es de 1595-1605. Pero en torno a 1585 Carraci había pintado un lienzo de 57x68 cm, hoy en la Galleria Colonna de Roma, titulado Hombre comiendo judías que me parece absolutamente increíble por diversos motivos. Aunque tenía antecedentes de escenas de la vida cotidiana ya desde la tapicería franco-flamenca del siglo XV y un poco más tarde con artistas como Pietr Aertsen (uno de los pintores favoritos de este blog), la verdad es que algunos aspectos de esta pintura la hacen prodigiosa para su tiempo. Prater lo explica muy bien, primero con una descripción del motivo y después con un comentario sobre la técnica y la composición del cuadro: "Un sencillo campesino o jornalero comiendo, con una cuchara de madera, traga con fruición un plato de judías blancas. Sobre la mesa: cebolla, pan, un plato con pastel de verduras, un vaso medio lleno de vino y una jarra de barro pintada a rayas. En este cuadro todo es tosco y ruimentario, tanto los alimentos como el hombre, su vestimenta, sus ruidosos modales, su mirada acechante, poco amistosa". Se ha pasado con lo de los modales (¿ruidosos?), pero se le perdona por licencia de crítico o experto. Prosigue: "Lo realmente nuevo y sorprendente es que el modo de pintar y la hechura artística se corresponde absolutamente con su modesto y trivial objeto. Los colores terrosos y apagados han sido llevados al lienzo en capas y trazos gruesos. La simple composición del cuadro no conoce ni perspectiva ni división del espacio; la adición de los objetos sobre la mesa es sencilla. Lo revolucionario de este cuadro, del que existen varios estudios preliminares, es la ausencia consciente de arte en la representación, con lo que adquiere fuerza de convicción." La verdad es que yo flipo con este cuadro, por momentos me parece estar ante un Godofredo Ortega Muñoz o ante un Rafael Zabaleta y sus campesinos brutos y con nudillos exagerados. También me emociona leer a Prater cosas como tonos terrosos y apagados, trazos y capas gruesos, parece que esté comentando el cuadro de Van Gogh. Es más, creo que podrían estar ubicados en la misma habitación, la misma luz, el mismo olor a comida caliente -jeje, si Prater "escucha" los cuadros yo puedo "olerlos"-. En fin, espero que le haya gustado a mis lectores esta comparativa y les haya sorprendido tan gratamente como a mi.

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