lunes, marzo 24, 2008

Paul Klee: el pintor filósofo.


Cuando contemplé en el museo de la Colección Bergruenn de Berlín la sala dedicada a Paul Klee quedé profundamente impactado. Esto tiene realmente su mérito si tenemos en cuenta que en este museo -frente al Palacio de Charlottenburg- el artista suizo-alemán se codea con un buen montón de picassos y giacomettis. Paul Klee es uno de sus artistas cuya obra impresiona de una manera especial cuando uno se enfrenta a ellas en persona, algo parecido a lo que me ha sucedido con otros artistas como Cy Twombly en Zurich o William Turner en Londres. Paul Klee nació en Munchenbuchsee, cerca de Berna en 1879. En Munich comienza su carrera artística de la mano de Franz Von Stuck (pintor simbolista alemán cuyo cuadro más conocido es el turbador El pecado). Después de estudiar a los renacentistas italianos en Roma vueleve a Munich donde realiza una serie de grabados inspirados en Blake, Beardsley y Goya denominada Invenciones. Luego contacta con Jawlensky, Kandinsky (miembros del Jinete azul), Delaunay, Kirchner o Boccioni. En 1991 comenta: "Todo esto debe ser un artista: poeta, científico y filósofo". Tras asistir a dos exposiciones de Van Gogh comenta: "he aquí un cerebro que sufre intensamente bajo el fuego del destino". Ya en París debate las teorías acerca del cubismo (según Gombrich: "Klee explicó -en una conferencia en la Bauhaus- cómo empezó por relacionar líneas, formas, colores entre sí, agregando un acento aquí, quitándoselo allí, hasta lograr ese sentimiento de equilibrio o adecuación tras el cual todo artista se afana"), y en 1914 viaja junto al expresionista alemán August Macke a Túnez donde reflexiona sobre el color:" el color me posee, no tengo necesidad de asirlo, sé que me posee para siempre; ésta es la revelación de la hora feliz: el color y yo somos una sola cosa. Soy pintor." Durante la guerra repinta aviones y pierde a sus amigos -recordemos que Macke y Marc perdieron la vida en el frente-: "Cuanto más horrendo es este mundo, como ahora, tanto más abstracto es el arte, mientras que un mundo feliz produce un arte inmanente". Al finalizar la guerra Walter Gropius le invita a formar parte de la Bauhaus (Escuela de diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Gropius y que los nazis clausuraran en 1933), y allí Klee da clases de pinura sobre cristal, de textil y finalmente de pintura en general. Nos cuenta Robert Hughes en su excelente El impacto de lo nuevo: "aunque Klee no era teosofista, sí compartía, al igual que Kandinsky, un ideal pictórico que procedía de la metafísica idealista alemana. El monumento de Klee a esta obsesión metafísica fue un libro singular, El ojo que piensa, escrito durante sus años de profesor en la Bauhaus; acaso el manual más detallado sobre la ciencia del diseño que jamás se haya escrito, concebido en términos de una teoría universal de las equivalencias visuales de los estados espirituales, cuya complicada elaboración rivalizaba con la de Kandinsky. Klee tendía a ver el mundo como un modelo, una especie de aparato de relojería del sistema solar fabricado por un relojero cósmico -un Dios suizo- destinado a demostrar la verdad espiritual. Esto ayuda a explicar la naturaleza de juguete de sus fantasías; si el mundo no tenía una realidad final, se podría representar con el ingenio más libre y más esquemático, y a esto se dedicó Klee". Sus viajes por Europa y a Nueva York le abren nuevos horizontes artísticos: "he aquí lo que siempre he buscado: despertar resonancias adormecidas dentro de mí, pequeñas o grandes aventuras de colores." Un viaje a Egipto en 1929 condiciona una nueva fase en su arte, en la cual, según Ciuferri: "Nacen cuadros y aguafuertes estructurados con gran precisión. Se trata de una arquitectura monumental de formas geométricas, de colores brillantes, donde se hayan presentes ecos islámicos, perspectivas entrecruzadas y sobrepuestas y fantásticas caligrafías semejantes a a arabescos orientales." Termina por abandonar la Bauhaus ("Debería existir la posibilidad de pedir alguna vez la libertad completa... pero por todas partes, obligaciones, comerciantes, cuestiones de existencia, gloria,... todo equivocado") y se reencuentra con Campendonk en la Academia de Düsseldorf, donde comienza a utilizar la técnica puntillista, hasta que los nazis lo acusan de judío y extranjero: "Aunque yo fuera un auténtico hebreo, eso no cambiaría el valor de mi personalidad ni de mi obra". Se las pira a Berna y expone en Londres y en la Kuntshalle de Berna pero una enfermedad le debilita y su creatividad disminuye aunque él no se rinde ("La obra debe llegar siempre más alto, pero de momento tenemos que buscarla"). En la exposición de Arte degenerado que los nazis organizan en Munich se exponen 17 cuadros de Klee. Sus amigos Picasso, Braque y Kirchner reconocen su maestría y lo visitan a su estudio cuando el pintor no deja de pensar en la muerte ("No es por azar si me encamino por la senda trágica") y esto se refleja en las figuras demoníacas de sus últimos cuadros. Muere en Muralto-Locarno en 1940.

2 comentarios:

pirlosky dijo...

muy interesante el comentario; klee es de mis favoritos. creo que tuvo mucha influencia sobre muchos pintores, pero me gusta citar la que tuvo sobre tápies en sus principios.
la época de la bauhaus que cita tuvo que ser verdaderamente interesante, ya que por allí anduvieron muchos de los mejores pintores europeos y los más zumbados con diferencia.

k dijo...

hombre pirlosky! me alegra leerle por estos lares. Pues sí que debió ser interesante la escuela de la Bauhaus, allí Klee publicó Vías del estudio de la naturaleza y Cuadernos de bocetos pedagógicos, y su "admirado" Kandinsky su célebre Punto y línea sobre el plano. Con respecto a su atinada alusión a Tápies pues sí que es reconocida la influencia que tuvieron en su etapa de sureralismo mágico en los años 40tanto Klee como el belga Max Ernst.