El arte en Málaga no se acaba en Picasso realmente. Nacido en 1938, cerca incluso de la casa natal de Pablo Ruiz, Enrique Brinkmann es uno de los nombres más importantes de la pintura española de los últimos tiempos. Actualmente podemos disfrutar de una retrospectiva magnífica llamada Hacia la luz en el Museo Municipal de Málaga. Hablar de la pintura de este hombre siempre es arriesgado porque realmente su estilo es único e indefinible, pero intentaré acercar su obra a todos aquellos que no la conocen a través del magnífico texto de José Manuel Cabra de Luna de1992 y de mis propias impresiones como aficionado.
Su primera exposición la hizo en 1957 en la Sociedad Económica del país de Málaga y tuvo gran éxito, ahí se pudo comprobar ya la determinante influencia de la literatura de Dostoyeski y Kafka, con una búsqueda existencial del ser humano desde las profundidades de sus miedos, una búsqueda en la que se puede apreciar lo que sería una gran constante en su obra futura y que es el dibujo depurado y virtuoso del que hace gala en sus figuraciones. En 1972 expone en Madrid y marcha a Alemania donde entra en contacto con el grupo fluxus. Con sus miembros comparte el concepto de arte como facultad espiritual del ser humano. Sin embargo es ajeno al grupo El Paso que en España se implica en la situación política si bien nunca sabremos si a favor o en contra del franquismo, éste sería un tema a debatir en otro artículo.
Su pintura es casi constructivista, obsesionado por el ordenamiento del lienzo y por la línea en el dibujo, referencia monstruos carnosos sobre paisajes plásticos, y se inclina hacia lo que he terminado llamando plasmogénesis como medio de expresión fundamental, es decir, recurre a figuras ondulantes con volúmenes gelatinosos conjugando lo grotesco con lo alienígena y sentenciando una irrealidad que de alguna manera se nos presenta como demasiado cercana como para tomarla a broma.
Cabra da unas claves para explicar la obra de este genio: autodidactismo, azar dominado, accidente plástico imprevisto, raspados, veladuras, lavados, craquelados. Incluso consigue establecer una relación Brinkmann-Rembrandt y lo justifica en base a las calidades técnicas de ambos, al confluyente tratamiento de la luz y a la ocupación de la bipolaridad humana, capaz de lo mejor y de lo peor. Así mismo Cabra habla de un acercamiento literario a través de figuras como Thomas Bernhard, un acercamiento que yo entreveo merced a la soledad, al desapego por la humanidad y a la insolencia espiritual de sus formas y colores, es decir, creo que la obra de Brinkmann serviría para ilustrar textos del austríaco como Corrección o Extinción.
En 1976 expone en la galería Rayuela de Madrid lo que supone un hito en su carrera. Y en 1994 ganó el Premio Nacional de Grabado.
A pesar de todas estas enigmáticas consideraciones Brinkmann es considerado un pintor clásico -dice Cabra-, es decir, un pintor en el verdadero sentido del término, es decir, utiliza los medios artísticos de toda la vida (óleo, acuarela, tinta china...), y es en realidad un pintor que pinta cuadros (lo cual no es poca cosa en los tiempos que corren) y además utiliza la materia pictórica como medio de expresión. El punto de partida de su obra en los años setenta era una simple irregularidad en la superficie plana que se iría convirtiendo en una galería de retratos o bien en paisajes interiores provocando la ilusión de un anecdotario plástico, y Julio Trenas hablaría de una "superficie tan nítidamente lograda como un cuadro de Leonardo", y esto no es una locura, si apreciamos la presencia de un cuadro de Brinkmann podremos entender lo que quiere decir Trenas, el acabado es tan exhaustivo, tan minucioso, hay tanto trabajo detrás de la textura y el color de cada zona del cuadro que hace pensar en un acabado realmente renacentista repleto de veladuras, correcciones, y además finalizado con una casi ridícula (por lo inhabitual en la pintura moderna) perfección lineal. También Trenas define la obra de Brinkmann con expresiones tan gráficas como ansia expresivista, rescoldo figurativo, y diluido patetismo acentuado en las lobregueces del color. Rosario Camacho resalta la mentira y simulación en la perspectiva y el escorzo, y destaca que "su obra ha venido ciñéndose temáticamente al marco de una tradición de surrealismo y figuración fantástica". También apunta Camacho que su dibujo es minucioso y delirante, habla de imágenes burlescas y seres esperpénticos e irónicos y de trasfondo fisiologista bosquiano ahogado por infinitos trazos, y ella esgrime un término increíblemente poético, el de "provocador óptico". Santiago Amón realizó un estudio titulado Ensoñación y apocalipsis en la obra de Brinkmann en el que concluye que "lo mejor del quehacer de Brinkmann es retroferir al significante toda la entidad del significado". Y ahí coincide con Trenas que defiende la vocación hacia la abstracción del pintor malagueño y del camino de la pintura-pintura.
A finales de los ochenta su obra sufre una gran transformación, abandona la evocación figurativa y la intensidad matérica para realizar una pintura más gestual -pienso que deudora en cierta medida de la obra de Miró- reedificando su propia expresión sobre un fondo que va desde una rica superficie de trabajo al principio hasta una ligera aguada con gesso en su última etapa. Su obra más reciente está dotada de un gran dramatismo gracias al uso de mallas metálicas impregnadas por ocasionales brotes de pintura que conducen al espectador a un mundo onírico de gran belleza pero que también produce una gran perturbación.
Salí de la exposición con la idea recurrente de que las extrañas formas allí contempladas me perseguirían en sueños y me conducirían irremisiblemente a la locura, por un momento creí en la naturaleza vampírica de Brinkmann. Entonces me lo crucé, es decir, el maestro pasó a mi lado cuando yo desandaba el túnel de la coracha. Me di la vuelta, le seguí, le quise decir que sus pinturas eran demoníacas, excepcionalmente hermosas, pero cuando fui a tocarle para que reparara en mi presencia simplemente se había esfumado.
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