martes, agosto 18, 2009



Historias de Milano (y IX):

Casa-Museo Boschi Di Stefano.


La tarde amenazaba lluvia. Tampoco era raro, casi todas las tardes que pasé en Milán terminaba lloviendo, una lluvia fina y refrescante. Kovalski almorzaba un panini junto al Museo de historia Natural de la via Palermo. Pensó en el microrrelato de Monterroso. Los dinosaurios estaban cerca. Entonces tomó una determinación. Tras una búsqueda singular por los folletos encontrados en la Fundación Stelline, encontró en una revista plegable titulada Arte contemporanea Lombardia la existencia de una Fundación o casa Museo propiedad de una colección de arte del siglo XX italiano muy importante. El lugar estaba un poco alejado pero Kovalski tomó dirección noreste por el corso de Buenos Aires, cruzó junto un magnífico Arco romano, esquivó como pudo los helados italianos que las turistas japoneses degustaban por todos lados, y llegó a un pequeño e inhóspito parque desde el que partía la via Jan, solitaria, ni rastro de turistas. Anduvo unos metros y llegó al número 15, en la segunda planta se encontraba el museo en cuestión, soledad. La entrada era gratuita. Dos señoras mayores recibían a los visitantes. A Kovalkski no le hicieron ni caso, así que éste procedió a la inspección del museo, que no era más que una casa decorada en sus paredes con una muestra increíble de pintura italiana moderna. Le impresionó la sala dedicada a Sironi, un magnífico paisajista con cierto gusto expresionista que ya le había llamado la atención por cierta elección melancólica de tonos pardos y también por su plástica emergente. Siguiendo a mano izquierda encontramos algunos paisajistas de gran nivel como Arturo Tosi (Strada per Rovetta) o Marussig (Villa al mare), alguna obra que recuerda al Picasso neoclásico como Desnudo femenino de 1930 de Felice Casorati, y una imponente Fábrica de cemento de Alberto Salietti. También podemos ver algunos Morandi e incluso algún Boccioni, y una bonita La canzone de Francesco de Rocchi, con claro acento renacentista (foto). Varios cuadros del surrealista metafísico De Chirico ocupaban el comedor central. Eran La scuola di gladiatori, con reminiscencias miguelangelescas, una excepcional y hermosísima Peruginesca -sin duda De Chirico habría admirado la Virgen de Perugino del Museo Poldi Pedzolli-, y un Nudo sulla spingia, facitori di trofei. Luego, en el otro ala del piso salas dedicadas a obras más contemporáneas, entre los que se incluyen artistas picasianos, espacialistas y nucleari e informalistas. Así vemos las famosas Achrome Painting de Piero Manzoni, y pinturas de Enrico Baj, Aldo Bergolli (Natura morta con teschio, de 1946), Piero Giunni, Roberto Grippa, etc... Sobre todo es muy importante la colección de Fontana (23 cuadros) de gran calidad (foto). Kovalski reflexionaba -sin sentido, como siempre- sobre el acúmulo de obras de arte por parte de manos privadas, y a su vez acerca de la gran generosidad del matrimonio Boschi Di Stefano al donar al Estado esta representativa colección que llenaba un poco el hueco que tenía pendiente en cuanto a visión de obras más modernas en mi visita a Milano. A la vuelta llovió. Kovalski se resguardó en un portal del corso Venezia y desde su privilegiada posición admiraba algún que otro Palacio de dicha calle. En esos momentos de grises y vetustos colores iridiscentes Kovalski pensó en la obra escultórica de Nicola Evangelisti titualda Light Blade y sita en la villa Reale, a pocos metros de su ubicación. Según Gisella Gellini Light Blade no pretende ser un embellecimiento, un motivo decorativo, sino más bien es una pieza de arte que quiere acercar al espectador a una experiencia de luminosidad dentro de una dimensión espiritual. Digamos que es un vértice de cristal que cruza las arcadas de la Villa Reale y que debe tener mayor proyección visual en horario nocturno, ya que yo pasé por su lado en varias ocasiones y no advertí nada especial. Me quedé en la retina con los tonos crepusculares del cielo lombardo, con el arco iris refulgente y con los anuncios de bellas top models como Natalia Vodianova de la via Montenapoleone, como si la cultura moderna transfigurase a las hermosas madonnas del renacimiento para pasearlas por sus calles a salvo de ser tachada de retrógrada.


En ella se pueden ver todos los cuadros sala por sala.
Con este comentario doy por finalizado la serie de artículos dedicados a la ciudad milanesa. Espero que os hayan gustado.

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