(este artículo está dedicado a mi hermana, la doctora Quinn)
Se trata de un óleo sobre lienzo de 116x79 cm que se encuentra en el Intitute of the Arts de Minneapolis. Este cuadro lo pintó Goya en agradecimiento a los cuidados que recibió de su amigo el doctor Arrieta cuando en 1819 cayó gravemente enfermo. No está claro qué enfermedad contrajo el pintor, pudo ser la fiebre amarilla o bien la peste. Robert Hughes escribe sobre esta obra en su libro Goya: "En el cuadro, Arrieta mantiene al pintor sentado en el lecho; con ademán protector le rodea la espalda con un brazo, y con la otra mano sostiene un vaso con medicina e insta con suavidad al enfermo a que se la beba. Goya parece hallarse a las puertas de la muerte. Está enderezado, pero le cuelga la cabeza, y casi podemos oir su respiración entrecortada. Sus manos tiran del cubrecama con crispación. Detrás de ellos se ven unas figuras sumidas en la penumbra que han sido identificadas como amigos preocupados, acompañantes de las almas en su último viaje, diablos que esperan la muerte del enfermo para llevarse el alma (bastante inverosímil) y Parcas modernizadas. La imagen posee una atmósfera intensamente religiosa y transmite el profundo respeto que el sanador Arrieta despierta al pintor. Esta devoción no puede estar más lejos del tratamiento satírico que reciben los médicos en la obra anterior de Goya -pensemos en los asnos matasanos incompetentes de los Caprichos y algunos de sus dibujos. El cuadro tiene algo del carácter de un icono religioso y evoca antiguas obras que representan a Cristo muerto sostenido por ángeles." Hughes supone que la obra de la National Gallery en Londres de Joseph Wright de Derby An experiment of a bird in the air-bump influyó en Goya a la hora de pintar este cuadro ya que según él "la iluminación desde abajo recuerda particularmente a Wright, pero lo más llamativo de todo es la admiración por la ciencia que se desprende de la pintura". Puede que si bien Goya no pudo ver el original sí que conoció la obra por los grabados de las pinturas de Wright "que obtuvo gran difusión y que debía formar parte de la voluminosa colección de su amigo Sebastián Martínez". En la parte baja del cuadro hay un epígrafe que reza "Goya agradecido, a su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con que le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819 a los setenta y tres años de edad. Lo pintó en 1820". Éste es uno de los cuadros más increíbles de Goya y probablemente uno de los pocos autorretratos de este estilo que existen en la historia de la pintura, un autorretrato que conjugado con el retrato del propio doctor muestra al autor en una situación de debilidad extrema, contradiciendo toda postura vanidosa que siempre conlleva la ejecución de un self-portrait. En cuanto a la ejecución es de una maestría y modernidad exageradas, con los rostros apenas esbozados, la postura tremedamente forzada no pudo ser dibujada sino a través de unos modelos que suplantaran las figuras de los representados. El fondo hace pensar en el futuro Rothko, y los rostros de las viejas del segundo plano anticipan las venideras pinturas negras del propio Goya.
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