domingo, enero 14, 2007

¿Existe el arte?






Estuve un tiempo pensando en las contradicciones del arte, es decir, en la dualidad pintura-humanidad, en la concreción de lo espiritual en el arte y en la búsqueda de la belleza a través de las formas plásticas, y esto me impedía de forma absolutamente irreversible escribir en mi blog. Intenté superar estos miedos eligiendo caminos alternativos como la supresión de lo ridículo o la acumulación de estados de ridiculez, lo cual me reportaba una disyuntiva de difícil solución, realmente no podía acceder a la resolución del enigma que me aterrorizaba día y noche, es decir: ¿existía el arte?
Gombrich decía que el arte no existía, que existían los artistas. Yo creo que esto lo dijo para llamar la atención, porque si prescindimos del concepto Arte realmente no podemos identificar a los supuestos artistas, ya que carecemos de referencias para hacerlo, es decir, si el arte no existe entonces quiénes son los artistas, es decir, el arte es lo que hacen los artistas o los artistas son los que hacen arte, según Gombrich el arte sería lo que hacen los artistas pero para saber quiénes son los artistas tendríamos que definirlos previamente en base a algo y ese algo no se me ocurre que sea otra cosa que la definición de arte. Yo iría un poco más allá que el genial Gombrich, lo cual no me convierte en igualmente genial sino más bien en un aficionado sin aspiraciones, es decir, el arte nace de la percepción sensorial, luego al arte existe en tanto en cuanto es percibido, luego el arte no es nada en sí, sin la percepción no existe el arte realmente, luego el arte es en realidad "la percepción del arte", luego el arte es la percepción de "la percepción del arte", y así hasta el infinito.
Colegí que mi propósito para el año 2007 que empezaba (a propósito, ¡feliz año nuevo para todos mis lectores!) debía ser el de esclarecer este interrogante tan molesto, qué es el arte, qué es el arte, qué es el arte, me decía una vocecilla en mi subsconciente cada mañana al levantar. Realmente no me sentía en condiciones de vaciar todos mis esfuerzos en algo que no tuviera una cualidad existencial comprobable. La realidad del arte se desdibujaba en manos de historiadores, críticos de arte y demás inventos colaterales como marchantes, casas de subastas, galerías, publicaciones varias, etc. Mi intención sería la de retomar el primigenio estado de las cosas con respecto al arte, con respecto a la mejor definición que del alma humana se podía realizar. Yo consideraba la pintura como el arte por excelencia. El arte había sido comparado en multitud de ocasiones con otras manifestaciones artísticas como la poesía, la música o incluso el break dance, pero estaba seguro que ni siquiera un pasaje de Mozart podía superar la emoción que transmitía un pequeño óleo de Van Eyck en una sala arrinconada de la Gemaldegalerie de Berlín, simplemente porque el valor histórico de la obra mozartiana quedaba diluido por la interpretación moderna de la misma, simplemente porque en el Van Eyck veíamos la pincelada del maestro, y no había nada más, no había intérprete, no había director de orquesta, no había copia de la partitura, era simplemente Van Eyck, y ese valor histórico de la pintura, esa presencia física -el pintor frente al cuadro, pensando los colores, dibujando la virgen en medio de la catedral, recreando la perspectiva, casi podíamos tocarlo- no podía tenerlo ni la literatura ni la música. Entonces, ¿cómo era posible que la obra de Van Eyck fuera una farsa? ¿cómo era posible que toda la historia de la pintura fuera un repertorio interminable de historietas e inverosímiles interpretaciones? ¿cómo era posible que la forma de expresión más honesta estuviera impregnada de esa divergencia demencial de opiniones, de ese cúmulo de disertaciones volátiles en algunos casos y sublimes en otros de modo que las propia disertaciones superaban en calidad artística a las propias obras causantes de las disertaciones en cuestión? es decir, ¿qué hechos y qué aptitudes debían ser valoradas en relación a la homologación de toda obra de arte? es decir, yo me movía en un mundo realmente absurdo, esto no era una novedad, mi único interés por la vida radicaba en esperar el estreno de la última peli de Zhang Ziyi, la grabación de un nuevo disco de Patricia Petibon, la publicación en español de la obra de teatro Héroes de Thomas Berhard, pero todo esto era asimilable desde el punto de vista de la ociosidad del hombre moderno, una ociosidad que sólo se empleaba para sepultar hasta el último de los valores dignos del ser humano, es decir yo simplemente era una víctima más, sin embargo, el mundo absurdo del arte, el mundo absurdo de lo que nunca había existido significaba algo más que un exiguo deseo de supervivencia, significaba algo más que una adicción a lo eternamente espiritual, significaba algo más que la última posibilidad de educar el alma, incluso significaba algo más que una sencilla, pero extraordinaria al fin y al cabo, recolección de invenciones más o menos meritorias, es decir, ¿el arte era simplemente un tipo con un pincel impregnado de pigmentos que extendía en una tela? Además, el arte como arte ¿cómo pretendía ser entendido?, ¿desde una simbología documentada y estudiada o desde una falta de aprendizaje que infantilizara la mirada del que contempla reduciendo el mágico momento de la creación a una falaz actuación de alguien que en definitiva se aburre con el mundo real? ¿Desde cuando la mirada del ser humano instruyó a la percepción y desde cuándo esta percepción se convirtió en juez y parte del destino de la humanidad?, porque yo estaba convencido de que la historia del arte no era otra cosa que la historia de la humanidad, y que la historia del arte no era otra cosa que la historia de los sentimientos, y que la historia del arte no era otra cosa que la historia de la vanidad humana, y que la historia del arte no era otra cosa que la historia del alma humana -de la religión, en definitiva-, por esa razón consideraba primordial averiguar de qué naturaleza estaba hecho el arte. Incluso estaba convencido de que no podía haber tanta distancia entre el creador y el público, estaba convencido así mismo de que el público formaba parte de la creación y el creador parte del público, conformando dos realidades indistinguibles que amenazaban en ambos casos a la humanidad al completo. Y todo esto me atormentaba y me impulsaba a dejar el blog, a dejar el aprendizaje de la historia del arte como modo de vida e incluso a dejar de ver los partidos de tenis de Maria Sharapova. Reconozco que esto último fue lo más difícil de aceptar y por eso me di una segunda oportunidad, la respuesta debía encontrarse en la propia historia del arte.
A principios del siglo XX unos tipos fundaron una corriente artística que en realidad no era una corriente artística pero que en realidad no era otra cosa que no fuera una corriente artística pero que en realidad no sabían ni ellos mismo lo que era, y que ni siquiera los historiadores ni los expertos han sabido nunca lo que era, y que, después de leer a varios autores como Gombrich o Hughes o Ades, yo mismo sigo sin saber qué era realmente, y este "no se sabe qué" recibió el nombre de Dadá.
En 1916 unos tipos aburridos del arte crearon en Zúrich el movimiento dadá, el grupo artístico más extraño de la historia del arte. Esta gente simplemente buscaba un arte "anónimo y colectivo", según Arp, "buscamos un arte elemental, que salvará al género humano de la furiosa locura de esto tiempos", "asqueados de los mataderos de la guerra mundial nos entregamos al arte". No fue un estilo como pudo serlo el futurismo o el cubismo. Fue más bien una actitud frente al arte y a la vida. Se reunían en el cabaret Voltaire, en Zúrich, y allí celebraban reuniones donde se discutía de poesía, de pintura y se cantaba y bailaba. Allí estaban Tristan Tzara, Hans Arp, Richard Hülsenbeck y otros. Pero de esta historia me ocuparé el próximo día.

2 comentarios:

ESPASUA dijo...

Bueno, este blog se está convirtiendo en lugar a visitar cada vez que con un poco de tiempo me meto en la Web.
Muy buen comentario, muy enriquecedor, así que a seguir. Un abrazo,
José Pedro

k dijo...

gracias jp!
esto me anima a seguir aunque creo que debería haber dedicado más espacio a maria sharapova...(jeje)