miércoles, octubre 22, 2014

Josef Dabernig: Rock the Void.

El MQ (Museum Quartier Wien) es un complejo de museos ubicado cerca del Kunsthistorisches museum de Viena, en la llamada Museumsplatz. Allí se reúnen importantes centros de arte como el Leopold Museum -con su colección única de Egon Schiele-, el Architekturzentrum Wien, la Kunsthalle Wien y el mumok. Además se organizan actuaciones musicales y teatrales en el Tanzquartier y en el HALLE E+G. Una entrada combinada "Duo" da acceso a dos de estos museos. El mumok es el museum moderner kunst stiftung ludwig wien y el edificio es impresionante, un gigantesco cubo que parece sacado de una alucinación de Kubin para algún texto de Kafka -todo un monumento a la incomprensión. Allí, aparte de la colección permanente -con obras de Immendorff, Picasso, Picabia, Mondrian, Kirchner, Soulages, Fontana, Magritte, Delvaux,...-, pude ver el pasado mes de junio una fascinante exposición del inclasificable artista austriaco Josef Dabernig titulada Rock the Void, y que estuvo abierta hasta el 14 de septiembre.
El libreto de la exposición (obra de Susanne Neuburger y Jörg Wolfert) comienza con cautela: "A primera vista la muestra puede resultar un poco sorprendente" -¿Sólo un poco?, ya veremos-. "La galería parece vacía" -¿parece? ¡no hay nada! No desespero, se está fresquito y aún quedan dos horas y media para el cierre (al contrario que la mayoría de museos de Viena, que cierran a las 18 h, el mumok lo hace a las 19 h)-. Voy leyendo el folleto: "No hay cuadros ni fotografías en las paredes" -Ni en las paredes ni en ningún sitio, el vigilante da vueltas sobre sí mismo, me pregunto si no forma parte de alguna instalación oculta, a estas alturas uno no puede estar seguro de nada cuando pisa una muestra de arte moderno-. "La primera impresión es que sólo se ven paredes blancas vacías e instalaciones arquitectónicas en forma de simples cubos blancos" -al menos son sinceros-. El artista y director de cine Josef Dabernig (nacido en Kötschach-Mauthen en 1956, y con cierto parecido físico a Thomas Bernhard) ha creado una instalación espacial que "aprovecha" el potencial ofrecido por las tres plantas del museo -imaginamos a Dabernig pensando mientras merienda: ahora cómo diablos relleno todo esto (ya está, tengo el nombre de la exposición, ¡Rock the void! (sacude el vacío)..., luego utilizaré el espacio para realizar una crítica feroz al mundo de los museos...)-. Recorro las distintas salas cúbicas donde aguardan sorpresas. Veo algunos vídeos -que van desde lo cotidiano a lo absurdo -más bien enclavados en la frontera entre ambos (es decir, la realidad)(-)- geniales -otros menos-, vitrinas con artículos singulares -léase también cotidiano-poéticos (desde el punto de vista artístico -no sé qué es-)-, y esculturas geométricas (compuestas por barras adheridas a la pared -"Al final de la sala, en la pared frente a la entrada, hay una instalación con forma de red, en la que se transforman elementos arquitectónicos en escultóricos. Se trata de simple perfiles de aluminio, elementos prefabricados para tecnología de fachadas"). La idea es enfrentar el espacio expositivo -el edificio incluso- con la obra expuesta, realizando un cruce de referencias acerca del aislamiento de las muestras de arte en el mundo real -no sé si lo consigue o no -Reflexión: el riesgo al que se expone (nunca mejor dicho) Dabernig es que el uso de la caricatura  le conduzca al mismo camino de insignificación que pretende criticar-. Pero donde brilla el talento de Dabernig es sobre todo en los films. En el primero,
Wisla (foto Kovalski)
de 1996, titulado Wisla (b/n, 16 mm, 8 min), asistimos a ¿un partido de fútbol? Se escucha el clamor y los cánticos del público, por la megafonía del estadio se dicen las alineaciones de los equipos. Por el túnel de entrada s
alen al campo el entrenador y el asistente de uno de los equipos, van trajeados, caminan por la banda -sólo están ellos-, llegan al banquillo, se sientan, gesticulan, miran de un lado a otro, como si siguieran el devenir del juego -no cruzan palabra. El banquillo tiene el rótulo del Wisla, equipo de la ciudad polaca de Cracovia. Pero algo no encaja: "Un comentario de un partido de la liga italiana jugado en el Fruili stadium de Udine contrasta absurdamente con la acción escenificada en el campo del Wisla. En este grotesco interludio de imagen y sonido, el marcador del estadio se muestra al final de la peli con un persistente cero a cero" -reza el "booklet" de la exposición -me pregunto si estamos ante una metáfora de la ausencia de concordancia entre nuestras vidas -o lo que pensamos que son nuestras vidas (una ilusión)- y el mundo exterior -o lo que creemos que es el mundo exterior (¿un juego?) (sin importarnos) -Nota: o bien es una denuncia de la hipnosis que sufre el espectador de fútbol (llegando a un punto en el que da igual que la narración no se corresponda con el desarrollo del partido -incluso que no exista tal partido, sólo un terreno de juego vacío-)-. Dabernig es un gran aficionado al fútbol, una de las "obras" es una colección de entradas, la mayoría de partidos del Udinese (la vida -el ser humano- no deja de ser una colección de listas). En esa línea vemos otra pieza compuesta de listados con el número de cigarrillos diarios que fuma y con el importe de cada reposición de gasolina del coche. 
Lancia Thema
Uno de estos coches, un Lancia, es el protagonista de una de las pelis más sorprendentes de la exposición,
Lancia thema (color, 35 mm, 17 min, 2005). En ella el protagonista (el propio Dabernig) va de viaje en su coche, recorre solitarias carreteras -a veces bajo la lluvia- con música de ópera italiana de fondo, la cámara nos muestra a Dabernig ora desde el asiento del conductor ora desde el exterior. Por un momento uno piensa que ese hombre observador, meditabundo, estará conduciendo durante horas, días, y que tú continuarás allí, sentado en el banco, solo, porque nadie se atreve a ver más de un minuto un vídeo de Dabernig, la gente -no más de tres o cuatro personas- se asoma a las salas y cuando ve que se proyecta una película rara se va enseguida. En esto que Dabernig -que ya te está poniendo nervioso, ¿adónde vas, Dabernig?, de hecho te has levantado, resignado a que nada va a pasar en esta peli y dispuesto a ir a otra sala- detiene el coche en medio de una curva, pero Dabernig, ¡ese sitio es peligroso!, se baja del Lancia, se coloca en medio del asfalto, coge su cámara y empieza a hacer fotos... ¡a su coche!
River Plate
El último vídeo rodado por el artista es River Plate (b/n, 35 mm, 16 min, 2013). Una veraniega excursión de seres fracturados -no vemos sus caras, tan solo unas rodillas, unos brazos, un ciclista deja su casco junto a la bici...-, junto a un enorme puente que termina siendo testigo inerte de un temporal casi bíblico, la imagen del agua canalizada, cayendo desde lo alto de la inhumana construcción de hierro y cemento, adquiere un tono elegíaco. También Dabernig hace fotos de diferentes campos de fútbol en El Cairo, Cracovia, Pristina, Gjumri, Vilnius y Santiago de Chile. Realiza tomas panorámicas de izquierda a derecha en una vista de 180 grados: "Es como una precisa construcción de la nada: muy clara en la forma, muy abierta de significado", dice el artista. En la segunda planta hay dos vídeos geniales.
Hypercrisis
En
Hipercrisis (color, 35 mm, 17 min, 2011) unos directores de cine soviéticos descansan en el sur del Cáucaso, en un edificio abandonado -colegio, hospital,...- (según explica el folleto, en el vídeo no hay diálogos ni voces en off ni subtítulos). Suena el Réquiem de Verdi, los cineastas llevan batas de médico, dos de ellos comen sin  parar -encurtidos, salchichas,...-, una mujer, también con bata blanca, les mira comer (parece que nunca estarán satisfechos) y se ajusta la bata continuamente pero no aparenta tener apetito, otro de ellos, el escritor Boris Martov (según libreto), deambula por las afueras -una música de rock psicodélico suena cuando aparece en escena- y no deja de hacer gestos de desesperación, se adentra en unas ruinas, luego vuelve al hospital, hay un recital musical a cargo de unos niños, cabecea en señal de desaprobación, se levanta y se marcha. (Nota: uno de los problemas (¿virtudes?) de este tipo de obras es que cuando entras en una sala la proyección suele estar comenzada (se suceden cíclicamente sin solución de continuidad), además no se indica el minuto en el que transcurre la proyección, por lo que las historias se siguen de forma discontinua y no cronológica). Hay una proyección de diapositivas titulada Proposal for a New Kunsthaus, not further developed (Propuesta para un nuevo centro de arte, no desarrollada del todo), donde se proponen -irónicamente- elementos para un futuro museo como una fachada, una sala de reuniones, un bar, etc... Una crítica -o bien una invitación a la reflexión- a esos centros de arte (mumok incluido) que tan alejados están del público en general. Dabernig realiza una copia a mano del libro del doctor Franz Xaver Mayr Belleza y digestión o (en traducción un poco libre) se puede rejuvenecer simplemente a través del correcto mantenimiento del intestino. "Este acto de copiar un libro era un camino para escribir libre de reglas" -más bien para escribir con una regla única, me digo. Dabernig también nos quiere hacer creer que forma parte de un tratamiento curativo (¿contra la locura?).
Rosa Coeli
El vídeo de 2003, 
Rosa coeli (b/n, 35 mm, 24 min), es el film estrella de la exposición, o al menos el más largo. Cuenta la historia de un viajero que llega en tren al pueblo de su niñez, por razones que sólo al final se desvelarán. Dabernig, el viajero, cojea sensiblemente. Cuando llega al hostal y tras tomar una cerveza con el taxista -en una escena "trepidante" en la que no cruzan palabra- le recibe un tipo (¿un abogado?) que presenta a sí mismo algún efecto pedestre que le hace cojear (el espectador piensa si uno cree que está burlándose de la cojera del otro, y el otro del uno). Luego conversan un rato de no se sabe qué y el viajero firma unos papeles. Mientras tanto una voz en off nos acerca a la infancia de Dabernig. Habla de aquel grupo que parecía combatir por la conquista del monasterio Rosa coeli... Entre poético y desesperado, un tono que recuerda  a Thomas Bernhard -no en vano el motivo del regreso de Dabernig a su Moldavia natal lo encontramos también en Extinción y en el guión El italiano del escritor austriaco (la muerte del padre)-, la película transcurre pesada y sombríamente, con la mirada nostálgica del que sabe que no puede recuperar ni tan siquiera unos recuerdos.
El tiempo que duraba la exposición incluía una charla con el artista (el 11/9) y una excursión en autobús con Dabernig a las localizaciones de Rosa Coeli (el 6/9). Lamentablemente mi estancia en Viena no coincidió con ninguno de los dos eventos.


Web de Josef Dabernig
Web del mumok


mumok (foto Kovalski)

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