Historias renanas I: Cornelis, una reflexión sobre Arte.
El año 2012 nos ha dejado un buen puñado de magníficas exposiciones. La de Hopper en el Thyssen, la de Rafael en el Prado, la de Sorolla en la Alambra, la de Durero en Nüremberg…, pero, esperen, ¿magníficas exposiciones? ¿Qué valor podía tener descubrir a estas alturas a –investigar la obra de- Hopper, Rafael… aparte del ya consabido de llenar día tras día las salas con miles de aficionados, aspirando a batir un nuevo récord de asistencia a una exposición de arte? ¿Cuál debe ser el sentido de una exposición de Arte? Fui reflexionando sobre este asunto cuando pensé en los valores que debía atesorar la mejor exposición del año. Una obra de indudable calidad, una recopilación de obras de mérito, un trabajo de investigación de inestimable novedad para la historia del Arte, y a ser posible, ¡el descubrimiento de un artista poco –o nada- reconocido! Me vino a la cabeza la de Cima en el Jardín de Luxemburgo en París. Lógicamente también pensé en la de Cornelis Bega en Aachen (Aquisgrán). Cumplía aquellos requisitos caprichosamente elegidos por mi mismo, a lo que debíamos unir que el lugar era idílico –Aachen-, que el pintor era excepcional –genialidad potenciada por el triste hecho de su prematura desaparición-, que esa genialidad estaba ensombrecida por otros autores más populares de su época, y que la muestra estaba montada impecablemente y era acompañada de una documentación descriptiva detallada, así obteníamos que la exposición del año 2012 pudo ser la retrospectiva de Cornelis Bega en Aquisgrán –luego pasaría una temporada en la Gemaldegalerie de Berlín-.
El año 2012 nos ha dejado un buen puñado de magníficas exposiciones. La de Hopper en el Thyssen, la de Rafael en el Prado, la de Sorolla en la Alambra, la de Durero en Nüremberg…, pero, esperen, ¿magníficas exposiciones? ¿Qué valor podía tener descubrir a estas alturas a –investigar la obra de- Hopper, Rafael… aparte del ya consabido de llenar día tras día las salas con miles de aficionados, aspirando a batir un nuevo récord de asistencia a una exposición de arte? ¿Cuál debe ser el sentido de una exposición de Arte? Fui reflexionando sobre este asunto cuando pensé en los valores que debía atesorar la mejor exposición del año. Una obra de indudable calidad, una recopilación de obras de mérito, un trabajo de investigación de inestimable novedad para la historia del Arte, y a ser posible, ¡el descubrimiento de un artista poco –o nada- reconocido! Me vino a la cabeza la de Cima en el Jardín de Luxemburgo en París. Lógicamente también pensé en la de Cornelis Bega en Aachen (Aquisgrán). Cumplía aquellos requisitos caprichosamente elegidos por mi mismo, a lo que debíamos unir que el lugar era idílico –Aachen-, que el pintor era excepcional –genialidad potenciada por el triste hecho de su prematura desaparición-, que esa genialidad estaba ensombrecida por otros autores más populares de su época, y que la muestra estaba montada impecablemente y era acompañada de una documentación descriptiva detallada, así obteníamos que la exposición del año 2012 pudo ser la retrospectiva de Cornelis Bega en Aquisgrán –luego pasaría una temporada en la Gemaldegalerie de Berlín-.
Con siete meses de retraso me
decidí entonces a escribir el artículo
sobre el pintor holandés de escenas de género Cornelis Bega.
Estando en Colonia de
vacaciones leí en una agenda cultural de la región la llegada a su fin de una
exposición retrospectiva en Aachen (Aquisgrán) de dicho pintor. La sola
ilustración que la reseña acompañaba me instó a viajar al día siguiente en tren
hasta la ciudad de Carlomagno para presenciar in situ la muestra en el
Suermondt Ludwig Museum. Antes de entrar al museo yo me preguntaba quién
demonios sería Cornelis Bega. Al salir yo era otro. ¿Acaso no es ése el fin del
arte?
Persiguiendo a un fantasma.
Conforme intentaba
documentarme para el artículo me daba cuenta de la dificultad que entrañaba encontrar
información del artista. Tan sólo disponía del librito que me dieron en el
museo con la descripción de las obras seleccionadas (hasta 77 títulos en su
mayoría óleos y dibujos de pequeño tamaño) y una colección de “no-Begas” en mis
fuentes de consulta habituales. Cornelis Bega existía negativamente, es decir,
su obra y su nombre quedaban eclipsados por las de otros coetáneos, su figura
era una figura en la sombra, ¡había que sacarlo de ahí!
Por ejemplo, Pérez Sánchez
escribe en el epígrafe Los maestros menores (de la pintura holandesa) en la
Historia del Arte de Anaya: “Junto a Vermeer pueden citarse otros artistas que
cultivan también el género de interior, con absoluta maestría y rasgos
personales. Van Ostade pinta escenas de taberna que evocan el mundo de
Brueghel. Jan Steen presenta ruidosos bailes populares y representaciones de
teatro. Terborch y Gabriel Metsú recogen el tono más elegante de la alta
burguesía, con una maestría excepcional en las calidades de las telas. Peter de
Hooch (m.1683) se acerca a la serena perfección de Vermeer, en sus escenas
domésticas. Gerard Dou, famosísimo en el siglo XIX, es ya representante de una
opulencia y un gusto anecdótico un tanto superficial que se extenderá en el
siglo XVIII con numerosos imitadores.”
Prater y Bauer también
ignoran a nuestro Bega en su obra dedicada al Barroco publicada por Taschen. De
Steen dicen que era especialista de la bufonada del mundo al revés, de "escenarios
tan moralizantes como soeces”, de Gabriel Metsu en “la fina representación de
la vida apacible en bellos interiores", de Brouwer y Adrian van Ostade (el
maestro de Bega) “del cuadro de la vida rústica en pequeño formato”.
Graciosamente terminan diciendo “Y la lista podrían continuarse”. Uy, casi lo
conseguimos. Estoy seguro que de haberla continuado habría aparecido tarde o
temprano Cornelis Bega, o no.
La exposición en Aachen.
La exposición, que se mantuvo
en Aachen de 15 de Marzo a 10 de Junio (yo la visité el día 9), y que luego
recalaría en la Gemäldegalerie de Berlin hasta el 30 de septiembre de 2012, se
tituló “Cornelis Bega. Eleganz und raue Sitten”, que fue traducido al inglés
como “Elegance and boorish manners”, algo así como “Elegancia y modales soeces“.
Creo que el origen de este
título peculiar podríamos encontrarlo en algo que escriben Prater y Bauer
acerca de estos cuadros de género campesino. Según ellos, el público al que estaban
destinados era de ciudad, “donde estas caricaturas confirmaban el lugar común de
rudeza y ordinariez de la población rural y donde se entendía este humor, que
consistía en “derrochar” cualidades pictóricas en un objeto totalmente
inapropiado”. La elegancia del cuadro frente a las rústicas formas representadas. O bien
puede que el título haga referencia a la elegancia de algunas de las últimas
obras del catálogo frente a las escenas puramente tabernarias –por ejemplo las
escenas de tabernas repletas de borrachos y mujeres de dudosa moral frente a la
Joven con cítara o Joven mujer con jarra y vaso de vino-. O ambas cosas, igual
el comisario –no compré el catálogo, sólo el póster- tuvo otra intención.
Ya había intentado hacía unos
meses redactar este comentario. Escribí: “Nacido en Haarlem en 1631, al igual
que Jan Steen (1626-1679), fue alumno de Adrian van Ostade (1610-1685), a su
vez alumno de Frans Hals. Su estilo se encuadra en el de escenas de género y en
su obra destacan los interiores de tabernas, escenas costumbristas, músicos…”. Ahí
me quedé, el fantasma de Bega era imposible de atrapar. Entonces me dediqué a
traducir algunas de las descripciones de algunos de los cuadros expuestos,
intentando reconciliarlos con lo que mi memoria retenía de ellos (cada vez menor
cuanto más tiempo pasaba de la vista de los mismos).
El primer número del catálogo
es un autorretrato de 1649-50. Se trata de un esbozo en papel que contiene la
inscripción: “Este es el retrato de Cornelis Bega pintado por él mismo", añadida
por Bega o por otra mano posteriormente a la elaboración del dibujo. El autor
debe presentar aquí unos 18 años. Hay otro autorretrato (nº5 del catálogo) en
el que Bega tiene 22 o 23 años. El número 2 del catálogo es Madre nodriza con
niños. Es un dibujo de 1652 que se encuentra entre las obras tempranas más
importantes de esta época. El número 6 del catálogo es La escuela. La escena
muestra una clase con numerosos niños sentados en largos bancos. Dos alumnos a
la izquierda están ocupados leyendo y escribiendo, el resto parece no prestar
atención a la lección.
“La Edad de Oro holandesa nos
ha legado un arte intemporal. Un artista de Haarlem, cuyo hora aún no ha
llegado. Es el momento de redescubrir a Cornelis Bega.” Reza el tríptico
promocional de la exposición. ¿A que es emocionante? Continúa el tríptico, más
o menos:
“Considerado como pintor de
género, la mirada de Bega está ligada a tonalidades sutiles. Mientras que las
pinturas de campesinos sirvieron de fuente para la diversión y moralidad para
la así llamada alta sociedad, Bega intentó unificar los temas de ese tipo de
pinturas. Aún hoy día su visión del mundo continúa vigente.
Las composiciones de Bega se
corresponden con el presente como les pasa a las de los grandes clásicos. Sus
protagonistas nos dejan una indeleble impresión debido a su cercanía. Sus
narraciones nos hablan de ilusión y realidad, promesas exultantes y verdades
sombrías. Los visitantes que posean amor por la vida y aprecien la tragedia de
la misma se identificarán de inmediato con las pinturas de Bega.” Y a los que les gusten las tabernas ni digamos...
“En Cornelis Bega, el
Suermondt Ludwig Museum ha resucitado a un maestro olvidado de entre las largas
sombras de sus más ilustres contemporáneos, Rembrandt y Vermeer. “
¡Y no sólo de esos!
“Emergiendo hacia la luz, es
un artista que en términos pictóricos ejecutó lo mejor de su época, y que, a
nivel humano estuvo a años luz de sus contemporáneos. La exposición Eleganz und
raue Sitten. Cornelis Bega (1631/32-1664) del Suermondt-Ludwig-Museum, en Aachen
supone la primera retrospectiva de la obra completa de Bega. Son en total 110
obras que incluyen sus 40 mejores pinturas, 34 dibujos y todos sus grabados, y
que han sido recopilados desde todas partes del
mundo
hasta Aachen. Los donantes
internacionales proceden de unos 30 museos de renombre, incluyendo el Louvre,
la London Nacional gallery, el British Museum, la Nacional Gallery de
Estocolmo, el Rijksmuseum o el J. Paul Getty Museum en Los Angeles. También
serán expuestos numerosas obras de colecciones privadas de Europa y
Norteamérica por primera vez.”
Recordé que hacía unos meses
precisamente había tropezado con una obra de Bega en una búsqueda extraña que
hice sobre cuadros de alquimistas. Es una obra de 1663 y “es una de las obras
más famosas de Bega. El alquimista está sentado en su laboratorio rodeado de
numerosos recipientes y libros. Con la mano izquierda está picando una
sustancia que pondrá, después de pesarla, en un crisol sobre el fuego. En la
literatura sobre alquimia de la época, la piedra filosofal, la meta definitiva
de la alquimia, se describe como una sustancia roja brillante. El atractivo especial
que tiene la pintura reside en la acumulación de objetos alrededor del
alquimista, facilitando a Bega la ocasión para mostrar todo su virtuosismo en
la representación de superficies multicolores. Igualmente rica en tonalidades
es la paleta de tonos grises. Por consiguiente El alquimista es también una
reflexión sobre el arte de la pintura: mientras los intentos de aficionado del
alquimista están destinados al fracaso, la sofisticación del pintor se
demuestra exitosamente.” Es esta una interpretación muy hermosa pero, ¿no falla
algo? Es decir, ¿acaso quiere decir Alexandra Simon-Tönges que Bega debía haber
pintado un cuadro horrible desde el punto de vista técnico para así estar en
consonancia con el fracaso del alquimista, esto es, al fracaso del alquimista
se superpone el del pintor? Si esto fuera así Bega no hubiera pintado
lógicamente a ningún alquimista. Se me ocurre alguna reflexión al respecto.
Bega pudo no considerar a los alquimistas como científicos fracasados
–siguiendo el extraño razonamiento de Alex-, puede que pensara sin más que en
la búsqueda, por ejemplo, radicara su éxito, y por otro lado no termino de
entender esa reflexión sobre el arte de la pintura que apunta Simon-Tönges. El
arte triunfa la alquimia fracasa, ¿qué reflexión es esa? Si acaso pienso que
ambas prácticas reúnen sus dosis de imaginería, dedicación, frustración,…,
eterna búsqueda en cualquier caso, porque yo, personalmente, desconfío de aquel
artista que considera en algún momento su obra acabada. En definitiva, bien podría ser otra la reflexión aqí expuesta, ¡la contraria!, es decir, la pintura estaría destinada al fracaso al igual que lo estaría la labor de los alquimistas.
Prater y Bauer sobre un
cuadro de Gabriel Metsu: “Incluso allí donde se ilustra un momento cómico, la
representación queda suspendida, se hace el silencio, el género adquiere trazos
de naturaleza muerta.” Esta idea podría aplicársele a muchos cuadros de Bega,
especialmente en algunas escenas de taberna, de entre los campesinos achispados
o vociferantes siempre encontramos alguna figura silenciosa ocupada en sus
pensamientos -¡bien durmiéndose!- así como asistimos a una descripción de
objetos –en cuanto a colorido, reflejos, dibujo,…- que enlaza muy bien con el concepto naturaleza muerta -y no sólo metafóricamente-.
La diferencia primera que
llama la atención sobre Bega es su paleta de colores rica en tonalidades oscuras.
Pardos, grises ceniza, conviven con naturalidad, al contrario que podría
suceder en la obra de Steen, de mayores colorido y luminosidad. Fue en Utrecht donde prendió el
caravagismo con mayor fuerza. Autores como como Terbrugghen y Honthorst
estuvieron varios años en Italia, donde obtuvieron de Caravaggio sobre todo el
nuevo principio del claroscuro. Mi intención era la de establecer una teoría
según la cual Bega habría adaptado a sus intereses el caravagismo de los de
Utrecht. Es una idea que podría ser un disparate. Pero no lo debe ser tanto,
porque ese oscurismo caravaggista está en la obra de Rembrandt –en 2006 el
Museo Van Gogh de Ámsterdam acogió la exposición Rembrandt-Caravaggio-, y el
mentor de Bega, van Ostade, aunque hizo su aprendizaje con Hals en Haarlem, es
deudor del claroscuro de Rembrandt. También procede de Rembrandt esa idea de
las tabernas semiderruidas –una alusión al portal de Belén-.
La pintura de género tiene un
origen bíblico, en el sentido de que está basado en las escenas de burdeles
extraídas de la parábola del hijo pródigo. Es a su vez un género en el que se
intenta representar proverbios o verdades ocultas, un género que pretende
moralizar (deudor de Peter Brueghel, el viejo). El simbolismo es también una figura retórica empleada por los
artistas que cultivan este tipo de escenas. Además algunos de estos pintores,
como Steen o van der Velde, –que no podían ganarse la vida con el arte- eran
taberneros, y los cuadros se podían exponer en la misma taberna o utilizarse
para pagar deudas.
Más fascinante que El
alquimista es sin duda El astrólogo, del mismo año, 1663. Ya sé lo que piensan,
Vermeer también pintó a un geógrafo y a un astrónomo. Este astrólogo forma
parte de una serie de pinturas dedicadas a sabios y científicos que Bega
comenzara en 1661 y con los que se distanciaba de su típica escena de género.
Como en el alquimista un surtido de vasijas, libros y pergaminos de papel están
colocados a modo de naturaleza muerta. Delante tiene un libro en el que se ve
una mano izquierda en referencia a la quiromancia. Es una composición en la que
el protagonista no aparece caricaturizado y se muestra con la dignidad de un
erudito –yo creo que se está quedando dormido, ¡imposible que vea las letras
desde esa distancia!-. Además es un cuadro en el que Bega ha utilizado un
colorido más rico, en el mantel sobre todo, que recuerda a Vermeer. En la
muestra hay también un dibujo esbozado y otro de composición.
Si buscamos en Gombrich
tampoco vamos a encontrar a Cornelis Bega. En su Historia del Arte Gombrich
escribe sobre Jan Steen, el yerno del paisajista Van Goyen, como “el artista
del siglo XVII que llevó este género a la perfección”, refiriéndose a la
pintura de género (puede ser un galimatías referirse a la pintura de género
como un género, que no es otro que el de la vida campesina). También menciona a
otros artistas de los Países Bajos como los paisajistas Simon Viegler, y Jacob
von Ruisdael, al bodegonista (¡excepcional!) Willem Kalf, y por supuesto a los
“grandes” Hals y Rembrandt.
La obra de Cornelis Bega.
La mayor parte de las pinturas
de Bega son escenas de taberna. En ellas Bega juega con los mismos temas (la
seducción, el peligro del alcohol y el tabaco, la interacción humana, el juego
de la moralidad) realizando magistrales variaciones, dando forma a esa idea tan
moderna de que es imposible realizar una sola obra temática sino que la única
salida del artista es la de realizar variaciones sobre un mismo motivo. En
Escena de taberna con pareja de campesinos, de 1660, vemos a una campesina
comiendo sopa de un bol que apoya en su regazo, mientras, el hombre de al lado
intenta entablar una conversación. La sensualidad, la bebida, el ocio de la
vida rural, los mensajes moralistas son en definitiva, los grandes temas de la
pintura de Bega en este tipo de escenas. Al fondo casi siempre veremos a un hombre
de espaldas orinando –o al menos eso parece, ¡está de espaldas!-. Este es un
personaje muy frecuente en los títulos de Bega, una figura que origina
desconcierto -cuando no comicidad-, en los espectadores del siglo XXI. Es
comprensible, no obstante, pensar que no existían los servicios como hoy día
conocemos y sí un compartimento al fondo de la taberna donde poder orinar sin
salir al exterior. Lo cierto es que Bega nunca pintó a mujer alguna en pose
miccional y sí muchas veces a un hombre -¿será siempre el mismo?-. Esta escena
–según folleto de la muestra escrito por Alexandra Simon- “es menos inocente de
lo que parece en un principio: las intenciones del hombre son aparentemente
amorosas.” No veo claro de dónde surge la candidez de Alexandra pues resulta
evidente –¡en el siglo XVII y en cualquier siglo!- que si hay una joven
solitaria en una taberna y un hombre intenta entablar conversación con ella
debe ser con intenciones amorosas. En rara ocasión adivinamos la historia
oculta entre los personajes de sexo opuesto, es decir, sin son marido y mujer,
si se tratan de simples conocidos campesinos, o un cliente con una prostituta,
o con una camarera, o es la misma mesonera, etc... No obstante resulta curioso que el personaje de mesonera suela
estar representado por una mujer.
En Interior con mujer
bebiendo vino, de 1660-61, encontramos una obra inusual en Bega. Con gesto
elegante una mujer sostiene un precioso vano de vino, según folleto. No parece
ser el tipo de mujer que visita las tabernas de Bega, sino alguien de un mayor
escalafón social. Un hombre está detrás de ella, de espaldas, en el compartimento
urinario quizás. En la tabla, a la izquierda hay una pipa, tabaco y una
estufa. En el cuadro colgado en la pared se ve a un hombre alzando un vaso. Los
cuadros de Bega presentan una gran simbología. La pipa es un símbolo fálico, y
las ascuas ardiendo representan los órganos genitales femeninos. O quizás tan
sólo sean una pipa y unas ascuas. Lo único cierto es que son objetos que se
repiten cuadro tras cuadro.
Pero no es todo simbología objetual
en los cuadros de Bega. Al pintor le interesa sobre todo un aspecto fundamental
del ser humano, el de las relaciones sociales. Digamos que es una especie de
David Foster Wallace de la pintura y del siglo XVII. La necesidad de la
interacción social para subsistir, la huida del solipsismo que nos puede
aniquilar. El efecto cómico que produce la ingestión del alcohol en exceso se
revela en la conducta torpe de los borrachos de Bega. En una pareja desigual de
1661, Bega incluye un número reducido de figuras precisamente para expresar más
poderosamente el tema principal, el de la interacción humana. En la moral de la
época se veía con malos ojos que la mujer bebiera o fumara, ya que se
consideraban prerrogativas del hombre. Esto tenía que ver con la debilidad de
la virtud que podían sufrir las mujeres por el abuso de estas sustancias, así
el poeta Jacob Cats escribió: “Una mujer bebida es una puerta abierta”.
Las desproporciones en los
dibujos de Bega.
En el dibujo, sólo exhibido
en Aachen, titulado Mujer joven sentada, realizado a la tiza roja –el medio
favorito de Bega para el dibujo-, una joven con la cabeza cubierta con un
bonete se gira de forma que apenas se le ve el perfil. Se observan las
proporciones incorrectas de los brazos, especialmente el derecho, y esto es una
característica típica del dibujo de Bega, quien generalmente además, oculta las
manos o las deja incompletas, así como las caras, que deja parcialmente
ocultas. Y es que a Bega lo que le interesaba de los dibujos eran los ropajes,
la textura de los tejidos. Así la mayoría de sus dibujos no dejan de ser
estudios de ropas que empleará luego en sus óleos. Así, en Mujer de pie sin
rasgos faciales, tenemos un maravilloso dibujo, en este caso, a tiza negra sobre
papel azul, y que nos transporta casi a la visión de una escultura clásica -según Simon-. Tan
sólo está dibujado el contorno de la cara, evitando cualquier elaboración. Otro
ejemplo de esto que decimos lo tenemos en Estudio de mujer tumbada en el suelo.
Se trata de un dibujo inusual ya que los ojos de la mujer parecen cerrados,
aunque el resto de rasgos están tan sólo esbozados. Otros dos dibujos de Mujer
sentada, de 1660-64 y 1661-64 respectivamente, están realizados a la tiza roja,
al igual que Mujer joven con sombrero. Para encontrar el origen de esta afición
por la tiza roja hay que remontarse a la colección de dibujos a la tiza roja de
Cornelis van Haarlem, a la que el niño Cornelis tuvo acceso por medio de su
madre. En cuanto a las desproporciones de las extremidades superiores existen
otros ejemplos como en Chico sentado –un estudio en realidad de ropaje una vez
más, con el abrigo del chico, extremo en detalles-, en este caso es el brazo
izquierdo el que presenta cierta cortedad.
Bodegones, temática,
Brouwer,…
Otro aspecto en la obra
pictórica de Bega es la inserción de bodegones dentro de sus escenas
interiores. Por ejemplo, en Actuación musical de 1662, una mujer toca una cítara
mientras un hombre canta a la vez que sostiene la partitura musical. Junto a la
pareja vemos una naturaleza muerta con varios objetos: un precioso violón,
partituras, una elegante jarra con asa… Es cuando pienso en que quizás Norman
Brysson incluyera alguna ilustración de Bega en sus Ensayos sobre naturalezas
muertas, pero al revisar el índice de ilustraciones compruebo que no, que están
Jan Steen, Pietr Aertsen y otros consagrados bodegonistas holandeses como Willem
Kalf y Claezsen-Heda, entre otros. Podría pensarse que quizás estuviera
pillado por los pelos la inclusión de Bega –experto en escenas tabernarias- en
un libro de ensayos sobre bodegones, pero precisamente por la originalidad que
manifiesta al insertar un bodegón elaborado con una pericia técnica
extraordinaria dentro de un escenario no propenso –ni dedicado- a este género
es por lo que Brysson podría haberse acordado de él –no olvidemos que está
presente Velásquez con sus cuadros de la etapa sevillana, e incluso con uno posterior, las Hilanderas-.
Si tuviéramos que dividir la
obra de Bega por temas tendríamos varios grupos: 1. Escenas tabernarias; 2. Músicos; 3. Otras escenas de
interiores (domésticas); 4. Dibujos o estudios (sobre todo a la tiza roja); 5. Serie
de científicos; 6. Otros (como La escuela, autorretratos,...).
Quizás encontremos el
significado definitivo al título de la exposición en el comentario de la Escena
de taberna, de 1654-55, en la que en medio de la taberna se ve a una madre dando
de mamar a su bebé mientras que detrás dos hombres entablan una conversación y a
la derecha una señora que puede ser la posadera habla a un hombre con sombrero.
Al lado de la madre otro hombre fuma en pipa en un banco, la nariz colorada de
tanta bebida. Ya en esta primeriza obra observamos el claro simbolismo de la obra, ya que la
tabla, el palo y la pipa significan complacencia moral -según Simon-. Sin embargo, el
comentario indica que el tema central de la pintura no es otro que el
contraste entre el hombre bebido e inconsecuente y la cariñosa y responsable
madre. La imagen diligente de la mujer contrasta su vez con la figura
caricaturizada del campesino. También en Dos hombres cantando de 1662, Alexandra
Simon aprecia un contraste entre la gente representada y los objetos en
desorden. Otro detalle que apunta a este tipo de contrastes podría ser la rica
tela que tiene el Astrólogo en su estancia, como se comentó más arriba, y el ambiente
crepuscular, oscuro y desordenado del resto de la sala.
La vieja mesera de 1660 es un
pequeño dibujo pero que reviste una gran importancia por dos razones. Por un
lado por la inusual y original técnica, y por otro por ser uno de los dos
únicos dibujos de los que se sirvió Bega para emplazarlos directamente en un lienzo
posterior. Las figuras parecen flotar sobre el suelo. Aquí encontramos un
detalle para estudiosos. Aparece el monograma AB abajo a la derecha en un
añadido posterior. Esto implicaba la atribución del dibujo a Adrian Brouwer, a
quien, por otro lado, un gran número de dibujos de Bega fue adjudicado. Esto
nos lleva a pensar en la intención de este falseamiento. O lo hizo el propio
Brouwer conocedor de la calidad del dibujo de Bega y así presentarlo como una
obra propia, o bien lo hizo alguien del círculo de Bega –o algún propietario-,
para revalorizar una obra que, aún su calidad, no obtendría el mismo precio en
el mercado siendo de Bega que de Brouer –quizá más valorado-. Estamos en lo de
siempre –y en eso no hemos cambiado a lo largo de los siglos-, el juego de la
autoría.
Puede que la pintura más
hermosa de Bega sea la Escena de taberna con mujer y campesinos bebiendo, de
1662 (la imagen sirve de póster para la exposición). Dos hombres y una mujer
están sentados junto a un barril que sirve como mesa improvisada. Mientras un
tercer hombre está de espaldas ante el muro del fondo, presumiblemente
orinando. Uno de los hombres ofrece un licor en una pequeña botella a la mujer,
quien parece rechazar la bebida. Y es que a pesar de las apariencias –amplio
escote de la mujer- ella gira la cabeza en posición altiva. El otro hombre está
girado a la pareja y parece sumido en sus pensamientos.
Así quedamos nosotros tras reflexionar sobre la obra de este gran pintor holandés del siglo XVII. Sumidos en nuestros pensamientos acerca del poder del Arte y su influencia en la vida de las personas.
Así quedamos nosotros tras reflexionar sobre la obra de este gran pintor holandés del siglo XVII. Sumidos en nuestros pensamientos acerca del poder del Arte y su influencia en la vida de las personas.
1 comentario:
Estimado amigo;
Me alegra ver que el blog sigue con su andadura, has explicado de forma exquisita a este maestro. Un abrazo. Espasua
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