domingo, enero 20, 2013

CORNELIS BEGA (1631/32-1664). EL MAESTRO DESCONOCIDO.


Historias renanas I: Cornelis, una reflexión sobre Arte.

El año 2012 nos ha dejado un buen puñado de magníficas exposiciones. La de Hopper en el Thyssen, la de Rafael en el Prado, la de Sorolla en la Alambra, la de Durero en Nüremberg…, pero, esperen, ¿magníficas exposiciones? ¿Qué valor podía tener descubrir a estas alturas a –investigar la obra de- Hopper, Rafael… aparte del ya consabido de llenar día tras día las salas con miles de aficionados, aspirando a batir un nuevo récord de asistencia a una exposición de arte? ¿Cuál debe ser el sentido de una exposición de Arte? Fui reflexionando sobre este asunto cuando pensé en los valores que debía atesorar la mejor exposición del año. Una obra de indudable calidad, una recopilación de obras de mérito, un trabajo de investigación de inestimable novedad para la historia del Arte, y a ser posible, ¡el descubrimiento de un artista poco –o nada- reconocido! Me vino a la cabeza la de Cima en el Jardín de Luxemburgo en París. Lógicamente también pensé en la de Cornelis Bega en Aachen (Aquisgrán). Cumplía aquellos requisitos caprichosamente elegidos por mi mismo, a lo que debíamos unir que el lugar era idílico –Aachen-, que el pintor era excepcional –genialidad potenciada por el triste hecho de su prematura desaparición-, que esa genialidad estaba ensombrecida por otros autores más populares de su época, y que la muestra estaba montada impecablemente y era acompañada de una documentación descriptiva detallada, así obteníamos que la exposición del año 2012 pudo ser la retrospectiva de Cornelis Bega en Aquisgrán –luego pasaría una temporada en la Gemaldegalerie de Berlín-.
Con siete meses de retraso me decidí entonces  a escribir el artículo sobre el pintor holandés de escenas de género Cornelis Bega.
Estando en Colonia de vacaciones leí en una agenda cultural de la región la llegada a su fin de una exposición retrospectiva en Aachen (Aquisgrán) de dicho pintor. La sola ilustración que la reseña acompañaba me instó a viajar al día siguiente en tren hasta la ciudad de Carlomagno para presenciar in situ la muestra en el Suermondt Ludwig Museum. Antes de entrar al museo yo me preguntaba quién demonios sería Cornelis Bega. Al salir yo era otro. ¿Acaso no es ése el fin del arte?
Persiguiendo a un fantasma.
Conforme intentaba documentarme para el artículo me daba cuenta de la dificultad que entrañaba encontrar información del artista. Tan sólo disponía del librito que me dieron en el museo con la descripción de las obras seleccionadas (hasta 77 títulos en su mayoría óleos y dibujos de pequeño tamaño) y una colección de “no-Begas” en mis fuentes de consulta habituales. Cornelis Bega existía negativamente, es decir, su obra y su nombre quedaban eclipsados por las de otros coetáneos, su figura era una figura en la sombra, ¡había que sacarlo de ahí!
Por ejemplo, Pérez Sánchez escribe en el epígrafe Los maestros menores (de la pintura holandesa) en la Historia del Arte de Anaya: “Junto a Vermeer pueden citarse otros artistas que cultivan también el género de interior, con absoluta maestría y rasgos personales. Van Ostade pinta escenas de taberna que evocan el mundo de Brueghel. Jan Steen presenta ruidosos bailes populares y representaciones de teatro. Terborch y Gabriel Metsú recogen el tono más elegante de la alta burguesía, con una maestría excepcional en las calidades de las telas. Peter de Hooch (m.1683) se acerca a la serena perfección de Vermeer, en sus escenas domésticas. Gerard Dou, famosísimo en el siglo XIX, es ya representante de una opulencia y un gusto anecdótico un tanto superficial que se extenderá en el siglo XVIII con numerosos imitadores.”
Prater y Bauer también ignoran a nuestro Bega en su obra dedicada al Barroco publicada por Taschen. De Steen dicen que era especialista de la bufonada del mundo al revés, de "escenarios tan moralizantes como soeces”, de Gabriel Metsu en “la fina representación de la vida apacible en bellos interiores", de Brouwer y Adrian van Ostade (el maestro de Bega) “del cuadro de la vida rústica en pequeño formato”. Graciosamente terminan diciendo “Y la lista podrían continuarse”. Uy, casi lo conseguimos. Estoy seguro que de haberla continuado habría aparecido tarde o temprano Cornelis Bega, o no.
La exposición en Aachen.
La exposición, que se mantuvo en Aachen de 15 de Marzo a 10 de Junio (yo la visité el día 9), y que luego recalaría en la Gemäldegalerie de Berlin hasta el 30 de septiembre de 2012, se tituló “Cornelis Bega. Eleganz und raue Sitten”, que fue traducido al inglés como “Elegance and boorish manners”, algo así como “Elegancia y modales soeces“.
Creo que el origen de este título peculiar podríamos encontrarlo en algo que escriben Prater y Bauer acerca de estos cuadros de género campesino. Según ellos, el público al que estaban destinados era de ciudad, “donde estas caricaturas confirmaban el lugar común de rudeza y ordinariez de la población rural y donde se entendía este humor, que consistía en “derrochar” cualidades pictóricas en un objeto totalmente inapropiado”. La elegancia del cuadro frente a las rústicas formas representadas. O bien puede que el título haga referencia a la elegancia de algunas de las últimas obras del catálogo frente a las escenas puramente tabernarias –por ejemplo las escenas de tabernas repletas de borrachos y mujeres de dudosa moral frente a la Joven con cítara o Joven mujer con jarra y vaso de vino-. O ambas cosas, igual el comisario –no compré el catálogo, sólo el póster- tuvo otra intención.
Ya había intentado hacía unos meses redactar este comentario. Escribí: “Nacido en Haarlem en 1631, al igual que Jan Steen (1626-1679), fue alumno de Adrian van Ostade (1610-1685), a su vez alumno de Frans Hals. Su estilo se encuadra en el de escenas de género y en su obra destacan los interiores de tabernas, escenas costumbristas, músicos…”. Ahí me quedé, el fantasma de Bega era imposible de atrapar. Entonces me dediqué a traducir algunas de las descripciones de algunos de los cuadros expuestos, intentando reconciliarlos con lo que mi memoria retenía de ellos (cada vez menor cuanto más tiempo pasaba de la vista de los mismos).
El primer número del catálogo es un autorretrato de 1649-50. Se trata de un esbozo en papel que contiene la inscripción: “Este es el retrato de Cornelis Bega pintado por él mismo", añadida por Bega o por otra mano posteriormente a la elaboración del dibujo. El autor debe presentar aquí unos 18 años. Hay otro autorretrato (nº5 del catálogo) en el que Bega tiene 22 o 23 años. El número 2 del catálogo es Madre nodriza con niños. Es un dibujo de 1652 que se encuentra entre las obras tempranas más importantes de esta época. El número 6 del catálogo es La escuela. La escena muestra una clase con numerosos niños sentados en largos bancos. Dos alumnos a la izquierda están ocupados leyendo y escribiendo, el resto parece no prestar atención a la lección.
“La Edad de Oro holandesa nos ha legado un arte intemporal. Un artista de Haarlem, cuyo hora aún no ha llegado. Es el momento de redescubrir a Cornelis Bega.” Reza el tríptico promocional de la exposición. ¿A que es emocionante? Continúa el tríptico, más o menos:
“Considerado como pintor de género, la mirada de Bega está ligada a tonalidades sutiles. Mientras que las pinturas de campesinos sirvieron de fuente para la diversión y moralidad para la así llamada alta sociedad, Bega intentó unificar los temas de ese tipo de pinturas. Aún hoy día su visión del mundo continúa vigente.
Las composiciones de Bega se corresponden con el presente como les pasa a las de los grandes clásicos. Sus protagonistas nos dejan una indeleble impresión debido a su cercanía. Sus narraciones nos hablan de ilusión y realidad, promesas exultantes y verdades sombrías. Los visitantes que posean amor por la vida y aprecien la tragedia de la misma se identificarán de inmediato con las pinturas de Bega.” Y a los que les gusten las tabernas ni digamos...
“En Cornelis Bega, el Suermondt Ludwig Museum ha resucitado a un maestro olvidado de entre las largas sombras de sus más ilustres contemporáneos, Rembrandt y Vermeer. “
¡Y no sólo de esos!
“Emergiendo hacia la luz, es un artista que en términos pictóricos ejecutó lo mejor de su época, y que, a nivel humano estuvo a años luz de sus contemporáneos. La exposición Eleganz und raue Sitten. Cornelis Bega (1631/32-1664) del Suermondt-Ludwig-Museum, en Aachen supone la primera retrospectiva de la obra completa de Bega. Son en total 110 obras que incluyen sus 40 mejores pinturas, 34 dibujos y todos sus grabados, y que han sido recopilados desde todas partes del  mundo
hasta Aachen. Los donantes internacionales proceden de unos 30 museos de renombre, incluyendo el Louvre, la London Nacional gallery, el British Museum, la Nacional Gallery de Estocolmo, el Rijksmuseum o el J. Paul Getty Museum en Los Angeles. También serán expuestos numerosas obras de colecciones privadas de Europa y Norteamérica por primera vez.”
Recordé que hacía unos meses precisamente había tropezado con una obra de Bega en una búsqueda extraña que hice sobre cuadros de alquimistas. Es una obra de 1663 y “es una de las obras más famosas de Bega. El alquimista está sentado en su laboratorio rodeado de numerosos recipientes y libros. Con la mano izquierda está picando una sustancia que pondrá, después de pesarla, en un crisol sobre el fuego. En la literatura sobre alquimia de la época, la piedra filosofal, la meta definitiva de la alquimia, se describe como una sustancia roja brillante. El atractivo especial que tiene la pintura reside en la acumulación de objetos alrededor del alquimista, facilitando a Bega la ocasión para mostrar todo su virtuosismo en la representación de superficies multicolores. Igualmente rica en tonalidades es la paleta de tonos grises. Por consiguiente El alquimista es también una reflexión sobre el arte de la pintura: mientras los intentos de aficionado del alquimista están destinados al fracaso, la sofisticación del pintor se demuestra exitosamente.” Es esta una interpretación muy hermosa pero, ¿no falla algo? Es decir, ¿acaso quiere decir Alexandra Simon-Tönges que Bega debía haber pintado un cuadro horrible desde el punto de vista técnico para así estar en consonancia con el fracaso del alquimista, esto es, al fracaso del alquimista se superpone el del pintor? Si esto fuera así Bega no hubiera pintado lógicamente a ningún alquimista. Se me ocurre alguna reflexión al respecto. Bega pudo no considerar a los alquimistas como científicos fracasados –siguiendo el extraño razonamiento de Alex-, puede que pensara sin más que en la búsqueda, por ejemplo, radicara su éxito, y por otro lado no termino de entender esa reflexión sobre el arte de la pintura que apunta Simon-Tönges. El arte triunfa la alquimia fracasa, ¿qué reflexión es esa? Si acaso pienso que ambas prácticas reúnen sus dosis de imaginería, dedicación, frustración,…, eterna búsqueda en cualquier caso, porque yo, personalmente, desconfío de aquel artista que considera en algún momento su obra acabada. En definitiva, bien podría ser otra la reflexión aqí expuesta, ¡la contraria!, es decir, la pintura estaría destinada al fracaso al igual que lo estaría la labor de los alquimistas.
Prater y Bauer sobre un cuadro de Gabriel Metsu: “Incluso allí donde se ilustra un momento cómico, la representación queda suspendida, se hace el silencio, el género adquiere trazos de naturaleza muerta.” Esta idea podría aplicársele a muchos cuadros de Bega, especialmente en algunas escenas de taberna, de entre los campesinos achispados o vociferantes siempre encontramos alguna figura silenciosa ocupada en sus pensamientos -¡bien durmiéndose!- así como asistimos a una descripción de objetos –en cuanto a colorido, reflejos, dibujo,…- que enlaza muy bien con el concepto naturaleza muerta -y no sólo metafóricamente-.
La diferencia primera que llama la atención sobre Bega es su paleta de colores rica en tonalidades oscuras. Pardos, grises ceniza, conviven con naturalidad, al contrario que podría suceder en la obra de Steen, de mayores colorido y luminosidad. Fue en Utrecht donde prendió el caravagismo con mayor fuerza. Autores como como Terbrugghen y Honthorst estuvieron varios años en Italia, donde obtuvieron de Caravaggio sobre todo el nuevo principio del claroscuro. Mi intención era la de establecer una teoría según la cual Bega habría adaptado a sus intereses el caravagismo de los de Utrecht. Es una idea que podría ser un disparate. Pero no lo debe ser tanto, porque ese oscurismo caravaggista está en la obra de Rembrandt –en 2006 el Museo Van Gogh de Ámsterdam acogió la exposición Rembrandt-Caravaggio-, y el mentor de Bega, van Ostade, aunque hizo su aprendizaje con Hals en Haarlem, es deudor del claroscuro de Rembrandt. También procede de Rembrandt esa idea de las tabernas semiderruidas –una alusión al portal de Belén-.
La pintura de género tiene un origen bíblico, en el sentido de que está basado en las escenas de burdeles extraídas de la parábola del hijo pródigo. Es a su vez un género en el que se intenta representar proverbios o verdades ocultas, un género que pretende moralizar (deudor de Peter Brueghel, el viejo). El simbolismo es también una figura retórica empleada por los artistas que cultivan este tipo de escenas. Además algunos de estos pintores, como Steen o van der Velde, –que no podían ganarse la vida con el arte- eran taberneros, y los cuadros se podían exponer en la misma taberna o utilizarse para pagar deudas.
Más fascinante que El alquimista es sin duda El astrólogo, del mismo año, 1663. Ya sé lo que piensan, Vermeer también pintó a un geógrafo y a un astrónomo. Este astrólogo forma parte de una serie de pinturas dedicadas a sabios y científicos que Bega comenzara en 1661 y con los que se distanciaba de su típica escena de género. Como en el alquimista un surtido de vasijas, libros y pergaminos de papel están colocados a modo de naturaleza muerta. Delante tiene un libro en el que se ve una mano izquierda en referencia a la quiromancia. Es una composición en la que el protagonista no aparece caricaturizado y se muestra con la dignidad de un erudito –yo creo que se está quedando dormido, ¡imposible que vea las letras desde esa distancia!-. Además es un cuadro en el que Bega ha utilizado un colorido más rico, en el mantel sobre todo, que recuerda a Vermeer. En la muestra hay también un dibujo esbozado y otro de composición.
Si buscamos en Gombrich tampoco vamos a encontrar a Cornelis Bega. En su Historia del Arte Gombrich escribe sobre Jan Steen, el yerno del paisajista Van Goyen, como “el artista del siglo XVII que llevó este género a la perfección”, refiriéndose a la pintura de género (puede ser un galimatías referirse a la pintura de género como un género, que no es otro que el de la vida campesina). También menciona a otros artistas de los Países Bajos como los paisajistas Simon Viegler, y Jacob von Ruisdael, al bodegonista (¡excepcional!) Willem Kalf, y por supuesto a los “grandes” Hals y Rembrandt.
La obra de Cornelis Bega.
La mayor parte de las pinturas de Bega son escenas de taberna. En ellas Bega juega con los mismos temas (la seducción, el peligro del alcohol y el tabaco, la interacción humana, el juego de la moralidad) realizando magistrales variaciones, dando forma a esa idea tan moderna de que es imposible realizar una sola obra temática sino que la única salida del artista es la de realizar variaciones sobre un mismo motivo. En Escena de taberna con pareja de campesinos, de 1660, vemos a una campesina comiendo sopa de un bol que apoya en su regazo, mientras, el hombre de al lado intenta entablar una conversación. La sensualidad, la bebida, el ocio de la vida rural, los mensajes moralistas son en definitiva, los grandes temas de la pintura de Bega en este tipo de escenas. Al fondo casi siempre veremos a un hombre de espaldas orinando –o al menos eso parece, ¡está de espaldas!-. Este es un personaje muy frecuente en los títulos de Bega, una figura que origina desconcierto -cuando no comicidad-, en los espectadores del siglo XXI. Es comprensible, no obstante, pensar que no existían los servicios como hoy día conocemos y sí un compartimento al fondo de la taberna donde poder orinar sin salir al exterior. Lo cierto es que Bega nunca pintó a mujer alguna en pose miccional y sí muchas veces a un hombre -¿será siempre el mismo?-. Esta escena –según folleto de la muestra escrito por Alexandra Simon- “es menos inocente de lo que parece en un principio: las intenciones del hombre son aparentemente amorosas.” No veo claro de dónde surge la candidez de Alexandra pues resulta evidente –¡en el siglo XVII y en cualquier siglo!- que si hay una joven solitaria en una taberna y un hombre intenta entablar conversación con ella debe ser con intenciones amorosas. En rara ocasión adivinamos la historia oculta entre los personajes de sexo opuesto, es decir, sin son marido y mujer, si se tratan de simples conocidos campesinos, o un cliente con una prostituta, o con una camarera, o es la misma mesonera, etc... No obstante resulta curioso que el personaje de mesonera suela estar representado por una mujer.
En Interior con mujer bebiendo vino, de 1660-61, encontramos una obra inusual en Bega. Con gesto elegante una mujer sostiene un precioso vano de vino, según folleto. No parece ser el tipo de mujer que visita las tabernas de Bega, sino alguien de un mayor escalafón social. Un hombre está detrás de ella, de espaldas, en el compartimento urinario quizás. En la tabla, a la izquierda hay una pipa, tabaco y una estufa. En el cuadro colgado en la pared se ve a un hombre alzando un vaso. Los cuadros de Bega presentan una gran simbología. La pipa es un símbolo fálico, y las ascuas ardiendo representan los órganos genitales femeninos. O quizás tan sólo sean una pipa y unas ascuas. Lo único cierto es que son objetos que se repiten cuadro tras cuadro.
Pero no es todo simbología objetual en los cuadros de Bega. Al pintor le interesa sobre todo un aspecto fundamental del ser humano, el de las relaciones sociales. Digamos que es una especie de David Foster Wallace de la pintura y del siglo XVII. La necesidad de la interacción social para subsistir, la huida del solipsismo que nos puede aniquilar. El efecto cómico que produce la ingestión del alcohol en exceso se revela en la conducta torpe de los borrachos de Bega. En una pareja desigual de 1661, Bega incluye un número reducido de figuras precisamente para expresar más poderosamente el tema principal, el de la interacción humana. En la moral de la época se veía con malos ojos que la mujer bebiera o fumara, ya que se consideraban prerrogativas del hombre. Esto tenía que ver con la debilidad de la virtud que podían sufrir las mujeres por el abuso de estas sustancias, así el poeta Jacob Cats escribió: “Una mujer bebida es una puerta abierta”.
Las desproporciones en los dibujos de Bega.
En el dibujo, sólo exhibido en Aachen, titulado Mujer joven sentada, realizado a la tiza roja –el medio favorito de Bega para el dibujo-, una joven con la cabeza cubierta con un bonete se gira de forma que apenas se le ve el perfil. Se observan las proporciones incorrectas de los brazos, especialmente el derecho, y esto es una característica típica del dibujo de Bega, quien generalmente además, oculta las manos o las deja incompletas, así como las caras, que deja parcialmente ocultas. Y es que a Bega lo que le interesaba de los dibujos eran los ropajes, la textura de los tejidos. Así la mayoría de sus dibujos no dejan de ser estudios de ropas que empleará luego en sus óleos. Así, en Mujer de pie sin rasgos faciales, tenemos un maravilloso dibujo, en este caso, a tiza negra sobre papel azul, y que nos transporta casi a la visión de una escultura clásica -según Simon-. Tan sólo está dibujado el contorno de la cara, evitando cualquier elaboración. Otro ejemplo de esto que decimos lo tenemos en Estudio de mujer tumbada en el suelo. Se trata de un dibujo inusual ya que los ojos de la mujer parecen cerrados, aunque el resto de rasgos están tan sólo esbozados. Otros dos dibujos de Mujer sentada, de 1660-64 y 1661-64 respectivamente, están realizados a la tiza roja, al igual que Mujer joven con sombrero. Para encontrar el origen de esta afición por la tiza roja hay que remontarse a la colección de dibujos a la tiza roja de Cornelis van Haarlem, a la que el niño Cornelis tuvo acceso por medio de su madre. En cuanto a las desproporciones de las extremidades superiores existen otros ejemplos como en Chico sentado –un estudio en realidad de ropaje una vez más, con el abrigo del chico, extremo en detalles-, en este caso es el brazo izquierdo el que presenta cierta cortedad.
Bodegones, temática, Brouwer,…
Otro aspecto en la obra pictórica de Bega es la inserción de bodegones dentro de sus escenas interiores. Por ejemplo, en Actuación musical de 1662, una mujer toca una cítara mientras un hombre canta a la vez que sostiene la partitura musical. Junto a la pareja vemos una naturaleza muerta con varios objetos: un precioso violón, partituras, una elegante jarra con asa… Es cuando pienso en que quizás Norman Brysson incluyera alguna ilustración de Bega en sus Ensayos sobre naturalezas muertas, pero al revisar el índice de ilustraciones compruebo que no, que están Jan Steen, Pietr Aertsen y otros consagrados bodegonistas holandeses como Willem Kalf y Claezsen-Heda, entre otros. Podría pensarse que quizás estuviera pillado por los pelos la inclusión de Bega –experto en escenas tabernarias- en un libro de ensayos sobre bodegones, pero precisamente por la originalidad que manifiesta al insertar un bodegón elaborado con una pericia técnica extraordinaria dentro de un escenario no propenso –ni dedicado- a este género es por lo que Brysson podría haberse acordado de él –no olvidemos que está presente Velásquez con sus cuadros de la etapa sevillana, e incluso con uno posterior, las Hilanderas-.
Si tuviéramos que dividir la obra de Bega por temas tendríamos varios grupos: 1. Escenas tabernarias; 2. Músicos; 3. Otras escenas de interiores (domésticas); 4. Dibujos o estudios (sobre todo a la tiza roja); 5. Serie de científicos; 6. Otros (como La escuela, autorretratos,...).
Quizás encontremos el significado definitivo al título de la exposición en el comentario de la Escena de taberna, de 1654-55, en la que en medio de la taberna se ve a una madre dando de mamar a su bebé mientras que detrás dos hombres entablan una conversación y a la derecha una señora que puede ser la posadera habla a un hombre con sombrero. Al lado de la madre otro hombre fuma en pipa en un banco, la nariz colorada de tanta bebida. Ya en esta primeriza obra observamos el claro simbolismo de la obra, ya que la tabla, el palo y la pipa significan complacencia moral -según Simon-. Sin embargo, el comentario indica que el tema central de la pintura no es otro que el contraste entre el hombre bebido e inconsecuente y la cariñosa y responsable madre. La imagen diligente de la mujer contrasta su vez con la figura caricaturizada del campesino. También en Dos hombres cantando de 1662, Alexandra Simon aprecia un contraste entre la gente representada y los objetos en desorden. Otro detalle que apunta a este tipo de contrastes podría ser la rica tela que tiene el Astrólogo en su estancia, como se comentó más arriba, y el ambiente crepuscular, oscuro y desordenado del resto de la sala.
La vieja mesera de 1660 es un pequeño dibujo pero que reviste una gran importancia por dos razones. Por un lado por la inusual y original técnica, y por otro por ser uno de los dos únicos dibujos de los que se sirvió Bega para emplazarlos directamente en un lienzo posterior. Las figuras parecen flotar sobre el suelo. Aquí encontramos un detalle para estudiosos. Aparece el monograma AB abajo a la derecha en un añadido posterior. Esto implicaba la atribución del dibujo a Adrian Brouwer, a quien, por otro lado, un gran número de dibujos de Bega fue adjudicado. Esto nos lleva a pensar en la intención de este falseamiento. O lo hizo el propio Brouwer conocedor de la calidad del dibujo de Bega y así presentarlo como una obra propia, o bien lo hizo alguien del círculo de Bega –o algún propietario-, para revalorizar una obra que, aún su calidad, no obtendría el mismo precio en el mercado siendo de Bega que de Brouer –quizá más valorado-. Estamos en lo de siempre –y en eso no hemos cambiado a lo largo de los siglos-, el juego de la autoría.
Puede que la pintura más hermosa de Bega sea la Escena de taberna con mujer y campesinos bebiendo, de 1662 (la imagen sirve de póster para la exposición). Dos hombres y una mujer están sentados junto a un barril que sirve como mesa improvisada. Mientras un tercer hombre está de espaldas ante el muro del fondo, presumiblemente orinando. Uno de los hombres ofrece un licor en una pequeña botella a la mujer, quien parece rechazar la bebida. Y es que a pesar de las apariencias –amplio escote de la mujer- ella gira la cabeza en posición altiva. El otro hombre está girado a la pareja y parece sumido en sus pensamientos.
Así quedamos nosotros tras reflexionar sobre la obra de este gran pintor holandés del siglo XVII. Sumidos en nuestros pensamientos acerca del poder del Arte y su influencia en la vida de las personas.

1 comentario:

ESPASUA dijo...

Estimado amigo;
Me alegra ver que el blog sigue con su andadura, has explicado de forma exquisita a este maestro. Un abrazo. Espasua