Ludwig Meidner nació en
Silesia en 1884, en 1912 formó el grupo artístico
Los patéticos (
Die Pathetiker) -me encanta este nombre- junto a
Jacob Steinhardt y
Richard Janthier, con quienes "adoptó la noción de
pathos, un concepto vitalista y dionisíaco tomado de los escritos de
Nietzsche"(
Shulamith Behr). Las ciudades de
Meidner son alucinantes, apocalípticas, están rotas, deshechas pero como si estuvieran apuntaladas, aguantando el desplome inevitable que sobrevendrá en cualquier momento, repletas de ángulos imposibles, de chispazos de color y destrucción. Según
Dietmar Elger:
Meidner "logra, como ningún otro pintor expresionista, solidificar el motivo arquitectónico en una expresión estática y visionaria. Meidner proyecta en sus ciudades el horror de la guerra. Sus ciudades a menudo tituladas Paisajes apocalípticos son en realidad profecías de sucesos cercanos". También comenta la influencia que tuvo
Delaunay en la obra de
Meidner, una influencia que es evidente al contemplar sus cuadros: "Delaunay -quien había expuesto en Berlín en 1913- fue también un estímulo artístico para Meidner. Sobre todo lo entusiasmaron sus temas urbanos, sus vistas de la torre Eiffel descompuesta prismáticamente. Por el contrario, su teoría órfica sobre los valores cromáticos puros no le impresionó. Los colores de Meidner no poseen la luminosa transparencia de los cuadros de Delaunay. Sigue aplicando pastosamente la pintura, y los colores permanecen generalmente presos de un oscuro colorido, logrando con ello esa pesadumbre que los temas requieren".

El comienzo de Instrucciones para pintar la gran ciudad, de Ludwig Meidner dice así: "Nosotros tenemos que empezar al fin a pintar nuestra patria, la gran ciudad, o lo que amamos inmensamente. Sobre numerosos lienzos del tamaño de un fresco nuestras vibrantes manos deberían esbozar todo lo grandioso y extraño. Lo monstruoso y dramático de las avenidas, estaciones de tren y torres". El crítico
Kurt Hiller escribió en 1911: "Puesto que no alberga la snob intención de ofuscar, Meidner se diferencia felizmente de los artistas ruso-muniqueses del estilo de Kandinsky que han comprometido la totalidad de la revolución (y que por tanto han sido muy bien tratado por la prensa burguesa), cuyas absurdidades impotentes y ni siquiera decorativas son sólo superadas por la grandiosa valentía de los estafadores que las crean". Digamos que no era
muy de kandinsky este
Hiller.
Shulamit Behr escribe:"La obra de Meidner, como la de muchos de sus contemporáneos al principio del siglo XX, surgió del conflicto entre sus propios presupuestos utópicos y un mundo que se modernizaba, y que se percibía caído en desgracia, caótico y debilitado". Está del lado de
Grosz, y tambien de los futuristas italianos, más concretamente de
Boccioni, cuya influencia en
Meidner es quizás tan remarcable como la de
Delaunay. Continúa
Meidner en su obra anteriormente citada: "Nosotros no podemos llevar nuestro caballete al bullicio de la calle para captar allí matices chispeantes. Una calle no se compone de matices sino que es un bombardeo de cuchicheantes hileras de ventanas, zumbeantes partidas de balas luminosas entre vehículos de toda clase, guiñapos humanos, letreros de propaganda y estruendosas masa de colores sin rostro... Nosotros no podemos llevar al lienzo inmediatamente lo casual y caótico nuestro motivo y hacer de él un cuadro". Lo que más me gusta de
Meidner es, a pesar, de estos comentarios, su impronta de inmediatez con la realidad, su fogonazo creativo que nos enfrenta a una ciudad en destrucción progresiva, es como si los impresionistas franceses se hubieran instalado entre industrias y urbanismo descontrolado, retorciendo las construcicones y disparando las tonalidades desde el subconsciente del color, aunque más a la forma de
Gauguin que de
Monet y compañía.
Meidner murió en 1966.