lunes, octubre 23, 2006

Lüpertz, por Sigfried Gohr.



El mejor libro que he leído en mi vida es un libro de arte. Aún no lo he terminado, y no creo que pueda terminarlo nunca. Pero esto se debe a la naturaleza del mismo y a la sabiduría que encierra y que me veo incapacitado para asimilar.
Es de ediciones poligrafía, se llama Markus Lüpertz, y es de Sigfried Gohr.
Lüpertz es un expresionista alemán, un artista nacido al albor de la posguerra de la segunda gran guerra.
Tiene una serie de cuadros denominados Schwarz-rot-gold-dithyrambisch fechados en 1974 que son una maravilla. Miden 260 por 200 cm y representan unos cascos alemanes de la segunda guerra mundial colocados sobre lo que parece un cañón con ruedas pero sin cañón ya que la estructura completa del mismo queda oculta por un abrigo militar.
Yo, en mi ignortancia, veo en el mismo una llamada al desarme y a la paz, lógicamente. Pero, ¿es en realidad éste el sentido de la pintura? ¿Es algo tan simple como guerra mala-hombre malo-necesidad de paz en el mundo?
Sigfried Gohr me abrió los ojos, o bien terminó de cerrármelos, él dice:
"El título evoca de nuevo a Alemania y al trauma de su historia en el siglo XX, pero los colores ya no son del imperio nazi, sino de los dos nuevos estados establecidos sobre suelo alemán, que habían recuperado este trío de colores de los movimientos de liberación del siglo XIX. Como en otros títulos utilizados por Lüpertz a partir de cascos hundiéndose-ditirámbico, las lapidarias palabras que lo forman, sugieren otras asociaciones de ideas, que afectan a la historia y a la historia del arte. El cambio en la tonalidad nos remite en primera instancia al distanciamiento de la guerra y la posguerra, a un giro hacia la paz. El descanso, palabra que da título a dos versiones más pequeñas y similares del mismo tema, es imprescindible en muchos sentidos. A partir de 1974, Lüpertz dedicó medio año a estas obras. No se intentaba solamente un cambio en las tonalidades y una nueva ampliación del espacio pictórico hacia un espacio paisajístico que permitiera la reaparición del horizonte. La clave del problema radica simbólicamente en la interpretación del color negro. Lüpertz intentaba superar el empleo de este color como mera cobertura de superficies, para, tras haber desterrado los motivos, abrir paso a la posibilidad de transformarlos. En torno a estos cuadros, creó una serie de impresionantes dibujos a tinta y carboncillo, que ponen de manifiesto con mayor claridad la voluntad de forzar la apertura del hermético negro sobre los lienzos. En estas láminas encontramos una serie de motivos yuxtapuestos, como so se tratase de un collage dibujado: la coraza sobre las ruedas, la concha del caracol, la paleta, la pala, el abrigo del pintor. La aglomeración de motivos despoja a cada motivo individual del oprimente significado que poseían presentados de manera aislada en las obras anteriores (...) En un análisis más detenido el espectador reconoce el sorprendente efecto espacial, sobre todo en la posición de las ruedas. Mientras la rueda izquierda se mueve desde una perspectiva oblicua hacia el borde delantero del cuadro, la rueda de la derecha se sitúa paralela al cuadro. La coraza con forma de torso aparece estirada en las perspectivas frontal y lateral, como si el espacio se hubiera curvado de modo irreal en esta escultura pictórica. Todo esto sucede en medio del color negro de la pintura, que presenta rastros de arañazos y sombreados que deberían impedir la desaparición de la superficie en las áreas negras(...) Lüpertz abandona en 1974 aquel capítulo creativo durante el que había inculcado en sus creaciones la fuerza y la disciplina de la historia de la pintura antigua. La unidad de la visión y el objeto visto, la refinada relación entre cuadro y espectador, como la experimentada por la pintura flamenca del siglo XV y por los grandes ciclos de frescos de Masaccio o Piero della Francesca. Lüpertz, como pintor moderno, sólo logró alcanzar esta unidad de objeto y sujeto, de individuo y cosmos, gracias a su gran poder ditirámbico. La modernidad tiene una doble cara: apunta hacia la belleza unificadora y también hacia el horror, que divide. Estos dos elementos de la modernidad corren en direcciones diametralmente opuestas, pero Lüpertz los obliga a coexistir en sus concisas esculturas pintadas, llevándolos hasta el extremo de descender al abismo de la simbología nazi. Donde los antiguos maestros celebraban el engaño de la vista como piedra de toque de su capacidad de ver y de reproducir lo visto, en la obra de Lüpertz sirve como intensificación visionaria del objeto, que experimenta dentro de sí mismo las fuerzas de propia disolución, el miedo y la muerte. En opinión de Lüpertz, el artista es el único capaz de mantener unidos estos dos polos contrapuestos."
Los cuadros de Lüpertz están bien, son bonitos (?), creo, pero lo que tengo claro es que Gohr es un genio. Lo que sabe este hombre. Todo esa información te la puedes creer o no, es decir, ¿realmente Lüpertz pensaba todo esto cuando pintó esos monigotes extraordinarios y además su pintura es el resultado de todo esto? ¿Está en esos comentarios la clave del porqué nos emociona esa pintura?, es decir, ¿qué es el arte? , ¿una confluencia de conocimientos que desconocemos?, ¿la capacidad de expresar lo que ignoramos?, ¿la expresión de una posibilidad que sólo puede ser "inventada" por los críticos?
Me estoy amargando. Para animarme voy a terminar esta entrada con un comentario de Monica Vinardi sobre Construcción en espiral de Boccioni:
"Esta concepción arquitectónica de la realidad presente también en este lienzo, hace de la construcción en espiral el símbolo de la totalidad perceptiva y de la continuidad dinámica del devenir de la realidad. Incluso en un cuerpo recogido en una posición estática, las formas plásticas unen y ponen en relación, entre colores y luces, su postura con el entorno. También esta obra evidencia el proceso intelectual y formal que ha sometido la interpretación de la realidad a un alejamiento de su lectura en clave naturalista." Ya estoy mejor.

3 comentarios:

pirlosky dijo...

varias generaciones de estudiantes de arte, y aficionados también me imagino, nos hemos fundido las pestañas tratando de comprender a pedantes como deleuze o lyotard.
inútil tarea.
Para intentar esquivar este espinoso asunto -qué cosa es el arte-, hace tiempo que decidí que a mí no me interesaba el arte, sino sólo la pintura. para variar, esto es una pedantería también.
me parece que es bastante difícil hablar de cuadros o de pintura en general sin ser pretencioso. Por suerte, la pintura no forma parte de los temas de conversación habituales.
un reconocimiento desde aquí a un pintor como antonio lópez que es capaz de hablar de su trabajo con sencillez. o con sentido del humor, como tápies.

k dijo...

esos deleuze y lyotard que menciona usted deben ser muy interesantes, jeje. cada vez estoy más convencido de que el arte es simplemente una excusa para disparatar y decir cosas inexcusablemente increíbles y eruditas. lo cual es magnífico, por otro lado.
actualmente a nadie interesa escuchar a los pintores hablar de sus propias obras, aunque sea eminentemente didáctico no tiene gracia.

pirlosky dijo...

no, yo no estoy convencido de que el arte sea una excusa para disparatar.
lo que sí creo es que el arte ha desplazado su centro de gravedad desde los artistas hasta otro tipo de actores que han ido apareciendo: galeristas, críticos, comisarios, historiadores. no todos con el mismo afán de protagonismo, claro.